La mala interpretación de la desaparición de la chica en un primer momento se vio agravada por la mala interpretación, de la escena del crimen. La valoración de la escena resultó en que la muerte se contemplara como un posible suicidio. Como tal fue investigado el caso por la brigada de homicidios local y los detectives que se ocuparon de él, Ron Green y Arturo García. La División de Devonshire era en ese momento, y seguía siéndolo décadas después, la comisaría más tranquila del Departamento de Policía de Los Ángeles. Devonshire, una gran comunidad dormitorio compuesta, mayoritariamente por residentes de clase media alta, siempre ostentaba índices de criminalidad situados entre los más bajos de la ciudad. En el seno del departamento la comisaría era conocida como Club Dev. Era un destino muy buscado por agentes y detectives que llevaban muchos años en el oficio y estaban cansados o simplemente ya habían visto suficiente acción. Además, la División de Devonshire se hallaba en la parte de la ciudad más cercana a Simi Valley, una comunidad tranquila y sin apenas delitos del condado de Ventura donde centenares de agentes del Departamento de Policía de Los Ángeles habían elegido vivir. Un destino en Devonshire suponía un desplazamiento rápido y la carga de trabajo más ligera del departamento.

La reputación del Club Dev estaba presente en las reflexiones de Bosch cuando éste leía los informes. Sabía que parte de su labor consistiría en juzgar el trabajo de Green y García a fin de determinar si habían estado a la altura de la labor. No los conocía ni había tenido ninguna experiencia con ellos. No tenía ni idea de la capacidad y dedicación que habían aportado al caso. La interpretación inicial de la muerte como suicidio era un error, pero, a juzgar por los informes, los dos investigadores se habían recuperado pronto y habían seguido adelante con el caso. Sus informes parecían bien escritos, concienzudos y completos. Daba la sensación de que no habían escatimado esfuerzos.

Aun así, Bosch sabía que un expediente podía manipularse para que diera esa impresión. La verdad se revelaría cuando escarbara con mayor profundidad y condujera su propia investigación. Sabía que podía haber una enorme diferencia entre lo que se registraba y lo que no.

Según el expediente, Green y García rápidamente cambiaron el sentido de su investigación cuando se descartó el suicidio después de que se completara la autopsia y se analizara la pistola encontrada junto al cadáver. El caso fue reclasificado como un homicidio que había sido camuflado de suicidio.

Bosch empezó por los hallazgos de la autopsia. Había leído miles de protocolos de autopsias y había asistido a varios centenares de ellas. Sabía saltarse todos los pesos y medidas y descripciones del procedimiento en sí e ir directamente a la sección de las conclusiones y a las fotografías que la acompañaban. No le sorprendió descubrir que la causa de la defunción había sido la herida de bala en el pecho. La hora estimada de la muerte se situó entre la medianoche y las dos de la mañana del 6 de julio. El resumen mencionaba que ningún testigo había oído el disparo, de manera que la hora de la muerte sólo se basaba en la medición de la pérdida de temperatura corporal.

Las sorpresas estaban en otros hallazgos. Rebecca Verloren tenía el cabello largo y grueso. En el lado derecho de la base del cuello, debajo de la caída del pelo, el forense encontró la marca de una pequeña quemadura circular, aproximadamente del tamaño del botón de una camisa. A cinco centímetros de esta marca había otra mucho más pequeña que la primera. El alto recuento de leucocitos en la sangre que rodeaba esas heridas indicaba que ambas se habían producido cerca del momento de la muerte, pero no en el mismo momento.

El informe concluía que las quemaduras habían sido causadas por una pistola de aturdimiento, un dispositivo manual que generaba poderosas descargas eléctricas y dejaba a la víctima inconsciente o incapacitada durante varios minutos, o por más tiempo, en función de la carga. Normalmente, la carga de una pistola inmovilizadora dejaba dos marcas pequeñas y casi imperceptibles en la piel que revelaban la localización de los electrodos, sin embargo, si los puntos de aplicación del dispositivo se sostenían de manera desigual contra la piel, se producía un arco voltaico y con frecuencia se quemaba la epidermis del modo en que se apreciaba en el cuello de Becky Verloren.

Las conclusiones de la autopsia también señalaban que en el examen de los pies descalzos de la víctima no se hallaron depósitos de suelo ni cortes o hematomas, que habrían sido evidentes si la chica hubiera caminado descalza por la montaña en la oscuridad.

Bosch tamborileó con su bolígrafo en el informe y reflexionó sobre su significado. Sabía que era un error cometido por Green y García. Los pies de la víctima deberían haber sido examinados en la escena del crimen, yeso les habría permitido dar el salto a la conclusión de que el presunto suicidio era un montaje. En cambio, se les pasó, y perdieron dos días esperando a que se realizara la autopsia en fin de semana. Esos días más los dos días perdidos cuando la patrulla consideró que la llamada de los padres correspondía a un caso de fuga del domicilio daban como resultado un retraso muy perjudicial en una investigación de homicidio. No cabía duda de que el caso se había frenado. Bosch empezaba a ver hasta qué punto el departamento le había fallado a Rebecca Verloren.

El informe de la autopsia contenía asimismo los resultados de un test balístico de residuos llevado a cabo en las manos de la víctima. Aunque se encontraron residuos de pólvora en la mano derecha de Becky Verloren, no podía decirse lo mismo de su izquierda. A pesar de que Verloren era diestra, Bosch sabía que el test de residuos era una prueba más de que la joven no había disparado la bala que la mató. Por experiencia -no importaba lo limitada que fuera- y sentido común, los detectives tendrían que haber visto que la chica habría necesitado ambas manos para sostener adecuadamente una pistola tan pesada, apuntarla contra su propio pecho y apretar el gatillo. El resultado habría sido residuos en ambas manos.

Las conclusiones de la autopsia contenían otro punto destacable. El examen del cadáver determinó que la víctima había sido sexual mente activa, y las cicatrices en el cuello del útero revelaban una reciente dilatación ginecológica y un procedimiento de legrado para interrumpir un embarazo. El ayudante del forense que había conducido la autopsia estimó que ello había ocurrido entre cuatro y seis semanas antes de la muerte.

Bosch leyó el primer informe resumen del investigador, que había sido escrito y añadido al expediente después de la autopsia. Green y García habían clasificado la muerte como asesinato y establecido la teoría de que alguien había entrado en el dormitorio de la chica cuando estaba durmiendo, y que posteriormente la había incapacitado con la pistola aturdidora y había cargado con ella desde la habitación. La llevaron por la ladera hasta la localización del tronco de roble caído, donde se cometió el asesinato y se camufló de manera torpe como suicidio en lo que posiblemente fue una ocurrencia del momento del asesino. El informe fue archivado el lunes, 11 de julio, cinco días después de que el cadáver de Rebecca Verloren fuera abandonado en la ladera.

Bosch pasó al informe del análisis de armas de fuego. A pesar de que la autopsia ya había producido pruebas más que convincentes de un suicidio simulado, el estudio de la pistola y las pruebas balísticas confirmaban la teoría de la investigación.

La pistola no tenía otras huellas que las de la mano derecha de Becky Verloren. El hecho de que no hubiera huellas de su mano izquierda ni rastros de ningún tipo indicó a los investigadores que el arma había sido cuidadosamente limpiada antes de ser colocada en la mano de Becky y luego girada hacia su pecho y disparada. Probablemente la víctima estaba inconsciente -por el asalto con la pistola aturdidora- en el momento en que ocurrió esta manipulación.


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