Mike estaba plantado allí, con las manos en los bolsillos.

– Duane está en el gallinero.

Mike no había traído su bici, por lo que Dale dejó la suya en el patio lateral. Ambos bajaron trotando por Depot Street.

– ¿Dónde está Lawrence? -preguntó Mike, mientras corría.

Respiraba con naturalidad.

– Fue a dar un paseo con mamá y la señora Moon.

Mike asintió con la cabeza. La señora Moon tenía ochenta y seis años, pero todavía le gustaba dar un paseo al anochecer. La mayoría de las personas del barrio se turnaban para acompañarla cuando su hija, la señorita Moon, la bibliotecaria, no podía hacerlo.

El jardín de atrás de la casa de Mike era una masa de sombras proyectadas por los grandes robles y olmos a lo largo de la calle, y los manzanos de detrás de la casa. Centelleaban luciérnagas en el borde del jardín de veinte áreas del señor O'Rourke. El gallinero resplandecía blanco en la penumbra, con la puerta formando un rectángulo

Negro. Dale entró antes que Mike y dejó que sus ojos se adaptasen a la oscuridad.

Duane estaba allí, junto al vacío aparato de radio. Kevin yacía en el sofá y su camiseta blanca resplandecía de un modo extraño. Dale miró a su alrededor buscando a Harlen, antes de recordar que su amigo estaba en el hospital.

Dale se inclinó para recobrar aliento, mientras Mike se plantaba en el centro de la habitación.

– Es mejor que Lawrence no esté aquí -dijo Mike-. Lo que tiene que contar Duane es bastante misterioso.

– ¿Estás bien? -preguntó Dale al robusto muchacho-. ¿Cómo has venido a la ciudad?

– El viejo ha venido para ir a la taberna de Carl -dijo Duane, ajustándose las gafas. Parecía todavía más distraído que de costumbre-. Es la pura verdad -siguió diciendo-. El camión de la basura hoy ha tratado de matarme.

Su voz era suave y tranquila como de costumbre, pero a Dale le pareció advertir en ella una ligera tensión.

– Siento lo de Witt -dijo Dale-. Lawrence también lo siente.

Duane asintió de nuevo con la cabeza.

– Cuéntales lo del soldado -dijo Mike.

Duane les contó el regreso de su padre en la noche del sábado, o mejor dicho, en la madrugada del domingo, cuando había recogido en la carretera a un joven de extraño uniforme, que hacía autoestop.

Kevin cruzó las manos detrás de la cabeza.

– Bueno, ¿y qué hay de misterioso en esto?

Mike dijo que el mismo joven le había seguido por jubile College Road la noche anterior.

– Era como un fantasma -concluyó-. Yo empecé a correr…, soy un corredor bastante bueno…, pero no sé cómo, aquel hombre casi mantenía la distancia andando. Por fin le adelanté en quince o veinte metros, pero cuando me volví, junto a la torre del agua, no pude verle por ninguna parte.

– ¿Estaba oscuro? -preguntó Dale.

– Aproximadamente como ahora. No tanto como para que no pudiese verle un momento antes. Incluso retrocedí hasta el recodo de la carretera, pero ésta estaba desierta en todo el trecho por el que yo había venido.

Kevin empezó a tararear el tema musical del nuevo programa de televisión llamado The Twilight Zone.

Dale se sentó en el desvencijado sillón de debajo de la estrecha ventana.1

– El hombre se debió de esconder en el campo, entre el maíz.

– Sí -dijo Mike-, pero ¿por qué? ¿Qué estaba haciendo?

Les habló del agujero que había visto en el cuarto de herramientas detrás del cementerio del Calvario.

Kevin se incorporó.

– ¿Forzaste la puerta?

– Sí. Pero ésa no es la cuestión.

Kevin silbó entre dientes.

– Lo será, si Congden o Barney se enteran.

Mike se metió de nuevo las manos en los bolsillos. Parecía tan distraído como Duane y mucho más malhumorado que él.

– Barney es un buen hombre, pero Congden me parece un cretino. Ya le habéis visto hoy con el padre de Duane. A mí me parece que mentía en lo de Van Syke.

Dale se inclinó hacia delante.

– ¿Que mentía? ¿Por qué?

– Porque está con ellos -dijo Mike-. O les ayuda.

– ¿Con quiénes? -preguntó Kevin.

Mike se dirigió a la puerta y miró al exterior, sin sacar las manos de los bolsillos. La oscuridad de fuera era algo menos densa que la de dentro y recortaba su silueta en el umbral.

– Con ellos -dijo-. Con el doctor Roon. Y Van Syke. Y probablemente con la vieja Double-Butt. Con los autores de todo esto.

– Y el soldado -dijo Dale.

Duane carraspeó.

– El uniforme era igual que el que llevaban los doughboys durante la Primera Guerra Mundial.

– ¿Qué es un doughboy? -preguntó Mike.

Dale y Duane le dijeron que era un soldado de Infantería.

– ¿Y cuándo fue aquella guerra? -preguntó Mike, aunque ya lo sabía por los relatos de Memo.

Duane se lo dijo.

Mike se volvió en la puerta y golpeó la jamba.

– Magnífico. ¿Y qué está haciendo por aquí un tipo vestido como un soldado de la Primera Guerra Mundial?

– Tal vez dando un paseo cerca del lugar donde reside -dijo Kevin, en tono burlón.

– ¿Y cuál es? -preguntó Dale.

– El cementerio.

Kevin había pretendido hacer una broma, pero la oscuridad era demasiado densa y la muerte del perro de Duane demasiado reciente. Nadie dijo nada durante un rato.

Por fin, Mike rompió el silencio.

– ¿Sabéis algo acerca de Harlen?

– Sí -dijo Kevin-. Mamá estuvo en Oak Hill esta tarde y vio a su madre. Estaba comiendo en el drugstore de delante del hospital y dijo a mamá que Harlen todavía está inconsciente. Tiene el brazo hecho polvo y muchas fracturas conminutas.

– ¿Tan grave está? -preguntó Dale, dándose cuenta mientras hablaba de lo estúpida que era su pregunta.

Mike asintió con la cabeza. Tenía más medallas de primeros auxilios en los Boys Scouts que todos los que conocía Dale.

– Fractura conminuta quiere decir que el hueso se rompe en varios trozos. Es probable que atravesase también la piel.

– Ah, sí -dijo Kevin, y Dale se sintió un poco mareado al pensarlo.

– La conmoción es probablemente lo más grave -siguió diciendo Mike-. Si Harlen está todavía inconsciente, debe de estar realmente mal.

Hubo otro silencio. Un ratón o una musaraña hicieron un ruidito de carreras debajo de las tablas. La habitación estaba ahora tan oscura que Dale sólo podía ver las siluetas de los otros chicos, con la camiseta de Kevin reluciendo como nunca y la oscura camisa de Duane siendo una sombra más entre las sombras, y ahora había más luciérnagas visibles delante de la puerta y de las ventanas, brillando como ascuas en la oscuridad. Como ojos.

– Mañana iré a Oak Hill -dijo al fin Duane-. Veré cómo está Jim y os informaré del resultado.

La camiseta de manga corta de Kevin se movió en la penumbra.

– Podríamos ir todos.

– No -dijo Duane-. Vosotros tenéis cosas que hacer aquí, ¿no os acordáis? ¿Has seguido tú a Roon?

La última pregunta iba dirigida a Kev.

– He estado ocupado -gruñó Grumbacher.

– Bueno -dijo Duane-, todos lo hemos estado. Pero creo que deberíamos hacer lo que convinimos en la Cueva el sábado. Están ocurriendo cosas muy extrañas.

– Tal vez Harlen vio alguna cosa -dijo Dale-. Le encontraron en el contenedor de basura de detrás de Old Central. Tal vez estaba siguiendo a la vieja Double-Butt o algo así.

– Tal vez -convino Duane-. Mañana trataré de averiguarlo. Mientras tanto, sería conveniente que alguien vigilase a la señora Doubbet hasta que Jim se recobre.

– Yo lo haré -dijo Dale, sorprendiéndose él mismo al ofrecerse como voluntario.

La sombra de Mike dijo desde la puerta:

– Yo no encontré a Van Syke en el cementerio, pero lo pillaré mañana.

– Ten cuidado -dijo Duane-. Yo no le vi bien en el camión, pero estoy casi seguro de que era él quien lo conducía.

Los muchachos pidieron más detalles del reciente desastre. Duane lo resumió lo mejor que pudo.

– Ahora tengo que irme -dijo al fin-. No quiero que el viejo beba demasiado en casa de Carl.


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