Quisiera describir esa mirada levemente estrábica, apacible, remota… Por lo demás, lleva el brazo en cabestrillo y luce un pálido hematoma en la barbilla. Se ha pegado con unos ultras, dicen, lo han confundido con Sagarra. Sosteniéndole suavemente el codo como lo haría una solícita enfermera, C. C. vestida de rojo como una llama lo guía entre el bosque de manos, vasos y cinturas agitadas hasta Castellet. Hace las presentaciones. El Sheriff lo baña de arriba abajo con su blanca sonrisa alpina. «Hola, macu.» Hay un cerco de mirones, abundan muchachas de ojos voraces y escotes vertiginosos. Alguien se ofrece para traerle una copa al novísimo, le preguntan si prefiere vino o whisky. «Vodka», dice él mirando el gorro ruso de Carlos Barral.
Por encima del hombro metafísico de Pániker en-las-calles asoman los bellos ojos violetas de Nuria Pompeia, fijos en los labios indescifrables del novísimo. «No sé si es un Burroughs o un Joyce», comenta con Isabel Bohigas y Maruja Torres, «pero es guapísimo».
C. C. presenta a su protegido al autor ultramarino, el último en subirse al repleto estribo (del que muy pronto se iba a caer de todos modos) de la guagua del boom literario iberoamericano. Dice el novelista ultramarino: «¿Cómo le va, viejo? Qué bárbaro, recién llego a Barcelona, ciudad que adoro, y sólo escucho hablar de vosss…» Y responde humilde el peninsular: «No, la Voss del Trópico no soy yo.»
Macanudo, carajo. Y en el transcurso apresuradamente etílico de la velada, Cariñena descabezado y tacos resecos de tortilla de patatas, el amigo de C. C. y yo intercambiamos cómplices miradas de estrabismo sifilítico en dos o tres ocasiones: intento transmitirle un guiño de astucia, una señal de aliento en nombre de los desheredados de la cultura y del analfabetismo ilustrado del siglo XX: dales por el saco, muchacho, méate en sus bocazas eruditas, fóllate a sus mujeres, sácales la pasta gansa. Inútil, no atiende a mí ni a nadie. Su mirada distante y venérea planea sobre las cabezas atontolinadas.
Ya lo tengo: un perfil husmeando el peligro desde lo alto de unos hombros escépticos, una mirada invicta sobre el ensalivado cotilleo intelectual, sobre la histérica conciencia de la mediocridad y de la derrota.
13 octubre
Intento una visita al hombre del día en el estudio de C. C, la cual me recibe contrariada: el genio está trabajando y no quiere que le molesten.
C. C. me ofrece asiento en la terraza, pero ni un trago ni apenas conversación. Ceñuda y sumergida en un quehacer insólito: está rompiendo todos sus queridos papeles, sus poemas, sus cuentos. No valen nada, tenías razón, dice sin mirarme. De hoy en adelante se dedicará exclusivamente a él, a su obra presente y futura, obviamente perenne.
Decidido a no marcharme sin hablar con su nuevo amor, me engolfo en la mecedora, mientras ella va y viene con fajos de papeles. Me ignora por completo. El día es limpio, el sol deslumbra en la terraza. Observo la sobada cazadora de cuero del ilustre huésped colgada en el respaldo de la hamaca, la agenda de rojas solapas asomando en el bolsillo. Aprovecho que C. C. ha salido un momento y me hago con la agenda. La abro.
Anotados curiosos planes estratégicos, de una escalofriante ingenuidad: «Para mañana domingo: 1) Comprar programas antiguos de cine en mercado San Antonio y presentarme con ellos casa Terenci Moix hora comer y hacerle regalo. 2) Ligar con su hermana Ana y conseguir que me presente a su editora y amiga Esther Tusquets. 3) Ligar editora y contrato-anticipo no menos de 25.000 Pts. por próxima novela titulada El vampiro de la Sagrada Familia o El monstruo del cine Delicias.»
Y algo más abajo: «No, muy complicado. Mejor hacer amistad íntima con Oriol Bohigas. Manera: 1) Hablarle mal de Ricardito Bofill en presencia de Salvador Clotas. 2) Clotas encabronarse y querer pegarme, Bohigas apoyar mi criterio y defenderme, y también Rosa Regás. 3) Yo agradeciendo sugiero Rosa tomar copas otro sitio, solos. 4) Camelar Rosa y ella proponerme contrato con Edhasa…»
Pero en la página siguiente, como era de prever: «Fracaso total. Rosa se fue a cenar con Satué, Oriol con Carmen, Ricardo con Salvador, yo con nadie y al diablo con esa gente. A ver, otra estrategia: pedir consejo a Carmen Balcells sobre supuesta oferta de contrato con Carlos Barral, la superagente apiadarse de mí («¡Desgraciat, no sacaras ni un duro!») y soltar algún anticipo… No, tampoco.»
Debajo escribió, con trazo impaciente: «Dejar que C. C. decida y lleve el asunto a su modo.» También había recordatorios tales como:
«Leer mañana mismo Cien años de soledad.»
«Vestir como Federico Correa.»
«No cometer errores, no confundir parentescos: Ana Bohigas no casada con Oriol Bohigas ni hermana Isabel Bohigas, Joan Manuel Serrat no hermano Teresa Serrat, Xavier Corberó no vende cocinas, que vende esculturas. Montse Riba no casada con Pau Riba y Cargenio Trías no es uno sino dos (averiguar sexo).»
«Importante: no quedarme embobado mirando boca y ojos de Beatriz, ceñidos jerseys de Serena Vergano, camisetas Rosa Regás, caderas Laly Gubern, ombligo Nuria Serrahima, interminables piernas Montse Riba, bellísimos ojos violeta Ana Regás, etcétera.»
«Averiguar qué puñeta es lo camp (¿lo camp nou del Barça?).»
«Terenci loco por el Cinemascope: regalarle cromos chocolate colección La túnica sagrada, llena de musculosos centuriones vistiendo falditas plisadas, y foto Sarita dedicada.»
«Cenar en Vía Véneto y Las Violetas y comprar chucherías en Saltar i Parar. Ir a Can Barça con Óscar Tusquets y Manolo Vázquez. Leer Por Favor.»
«Acostarme con Merceditas de Soplillosa y que me explique qué es eso del estructuralismo lingüístico del que tanto hablan los críticos.»
«Encerrarme con los monjes de Montserrat una vez al año por lo menos.»
«Procurar caerle simpático a Lidia Falcón (por ejemplo, ofrecerme para lavar su coche).»
«Ya sé qué puñeta es el estructuralismo: lo mismo pero con la lengua más rápida y afilada.»
Las dos y media. C. C. no vuelve a la terraza. Me resigno a no ver al genio, deslizo la agenda en el bolsillo de su cazadora y me voy.
14 octubre
Consigo trabajo en los sótanos de Librería Técnica Extranjera, en la calle Tuset, por mediación de mi amigo Juan Antonio Aguilar. Llenar fichas y organizar ficheros. Cinco duros la hora. Desesperación.
Cafelito en el bar Bagatela a las cuatro de la tarde con nuestro simpático Rimbaud envuelto en su bufanda y acariciando su pipa: el dulce poeta Josep Elías. Nos hemos encontrado casualmente junto a un árbol, al borde tenebroso de la acera y de la tarde. Con sonrisa socarrona, el poeta friolero confirma mis sospechas, agravadas por los insistentes rumores de ayer: en efecto, a punto de terminar su novela, el novísimo la ha cedido a Edicions 62.
¿Anticipo? Veinte mil pesetejas.
Pero el rumor es desmentido a las ocho de la tarde por Elisenda Nadal, directora de Fotogramas. La revista trae una entrevista en la que el «brillante cronista/fabulador de la gauche divine» (así califica a Roberto Amores la redactora) declara que, en realidad, C. C. le aconseja firmar con Seix Barral y la cosa está hecha.
Estalla el escándalo. A las diez, Gimferrer me llama preguntándome dónde está C. C. y qué pasa, por qué ha firmado con Planeta.
El teléfono de C. C. comunica todo el tiempo.
Me llama desde Las Palmas J. J. Armas Marcelo: «¿Tú sabes si el maestro Roberto Amores aceptaría la presidencia del III Congreso Universal de Escritores Canarios y Ultramarinos (con posibilidades de contactos culturales a nivel ministerial intercontinental, o sea, la hostia) a celebrar en Caracas, y al que por supuesto tú también estás invitado…?» «Se te ha anticipado Justo Jorge Padrón», le digo.