Me llama Sagarra de madrugada desde un local muy animado con melodía de sinfonola y de cucharillas de café en copas de grueso cristal -el alma del carajillo melodioso-, muerto de risa: «¿Te has enterado? ¡La bomba! El novísimo de C. C. pasó el último fin de semana en l'Empordà con la mujer de A. A., y de incógnito.»

«Ah.»

15 octubre

Encuentro casual con Ysabelle y Puig Palau en el Palau. Semana de Cine en Color. «¿Te has enterado?», dice P. P., «el matrimonio A. A. definitivamente al agua». «Bueno, bueno», dice Ysabelle.

Saliendo de mi estupor, alcanzo sin apenas esfuerzo la perplejidad. ¿Se ha vuelto loco todo el mundo? Tal vez se debe a mis sobredosis de optalidones. En todo caso Puig Palau no parece oírme en medio del griterío del vestíbulo: «J. B. lleva también mucha agua últimamente.» Él me explica la causa de la separación: un viaje relámpago de la mujer de A. A. y del novísimo a Perpignan para ver cine.

16 octubre

Desde por la mañana temprano empieza a correr el rumor: Castellet ha hecho unas manifestaciones más o menos privadas sobre el supuesto novísimo y su novela, y pronto se harán públicas.

El día transcurre para mí en el túnel de Librería Técnica, y a las ocho de la noche, en un estado de completa idiotez laboral, estoy sentado en la tortillería Flash-Flash con Any Esteva, Serrat, Coral, Correa, Portabella y Montse Riba. Llega Barbat con una chica muy mona y la última noticia: C. C. ha sido internada de urgencia en el Clínico, al parecer por una dosis excesiva de Picón.

Al salir de la tortillería me da en la cara el frío bofetón, el primer soplo helado del invierno. De sótano en sótano: en el Pub de Tuset Street (el frío nos ha echado de la terraza) conspiran con carácter urgente Pere Fages, Octavi Pellisa, Nuria y Manuel Gerena (en disco).

Vicente Aranda, Serena y Ricardito Bofill hablan, en la barra, de la escuela mesetaria de cine. ¿Qué novedades hay de C. C.? Todo sigue igual.

Conspiraciones por doquier. Mi dosis actual de optalidones es de cuatro en cada toma y de cuatro tomas cada cuatro horas. Pere Portabella sentencia: «El viernes huelga general y el sábado gobierno de coalición. Está hecho.»

17 octubre

Fin de semana en mi Penedès. Regreso como nuevo.

La noticia, después de correr como un reguero de pólvora, me da en las narices: ahora resulta que el famoso capítulo del novísimo Roberto Amores, que tanta expectación había levantado, pertenece en realidad al libro de un estructuralista ruso titulado Zoo o cartas no de amor, de Viktor Sklovskli y publicado en España por Anagrama, según acaba de afirmar el editor Jorge Herralde con la boca abierta por el estupor.

Al parecer, el capítulo-revelación del año es un compuesto de varios capítulos de dicha obra, ha precisado Herralde, y empieza así: BUENO, ESCRIBO SOBRE CULTURA EXTRANJERA Y A UNA MUJER EXTRANJERA…

Ciertamente, ¿quién de la gauche divine le habría negado al charnego inédito la autoría de un principio de capítulo tan sugestivamente charnego? Se comenta que el plagio ha sido descubierto por el quisquilloso y avispado erudito y sociolingüista Francesc Vallverdú, periscopio siempre arriba salvaguardando las contaminadas costas de la prosa catalana traicionada. «Me llamó la atención», dicen que dijo el infatigable sociolingüista, «que se refiriera a nuestra cultura como a una cultura extranjera: esto le delataba como murciano que es».

El escándalo por el fraude es mayúsculo en los medios editoriales, y la indignación es general. A la pobre C. C. se le ha caído el cielo encima.

El Chorizo de las Letras se ha esfumado.

Empieza a hacerse pública la relación de víctimas. A última hora de la noche se comenta la última fechoría del delincuente vanguardista/destructor del lenguaje: la revista Bocaccio, que dirige José Ilario, le había comprado ocho cuentos inéditos de misterio que resultaron ser de Edgar Wallace.

18 octubre

Mi estado general es francamente preagónico. Decido emprender el camino del exilio.

Últimas noticias. María Aurelia Capmany acusa a la gauche divine de tener cuenta corriente conjunta en varios bancos. Lo dicho: al exilio, al exilio.

Me despido del sótano y hago las maletas. No resisto la tentación de hacer un balance provisional de víctimas y pérdidas:

C. C. convaleciendo en Calella con sus papás.

2 matrimonios deshechos.

3 casos reconocidos de cuernos.

3 editoriales y una revista estafadas.

Gimferrer y Castellet con enfado pasajero.

Félix de Azúa se fuga a San Sebastián salvándose del naufragio por pelos.

Salvador Clotas cambia de óptico y de gafas y de ambición cultural.

Setenta y ocho sablazos contabilizados y suma y sigue.

Cuentas sin pagar en Bocaccio, Las Violetas, el Pub, Jamboree, el Pastis, Flash-Flash, Anthropos y Saltar i Parar. La más cuantiosa en el bar-restaurant de la octava planta de Editorial Planeta.

Y un servidor completamente drogado de optalidones y camino del Canadá.

Hasta aquí el diario esquizofrénico del goxdivín desertor. Una vez leído, la cuestión de si esta crónica de enredos poblada de míticos irredentos podía constituir una trama argumental al servicio de Roberto Amores, aventurero urbano (tebeo para adultos), según quería Kim, el gran dibujante noctámbulo, dejó de interesarme o, mejor dicho, me olvidé del asunto por completo. En realidad, visto desde hoy, nuestro imponente Titanic no era más que un frágil patín a vela impulsado por la brisa (caliente, demasiado caliente) de un sueño de barrio en Fiesta Mayor…

En cuanto a la gauche divine como grupo, ahí empezó a resquebrajarse. Me consta que algunos, los militantes de las últimas hornadas, cubrieron de insultos al Chorizo de las Letras y a la intrépida C. C. En cambio, los antiguos o históricos se esforzaron siempre en defenderles, asumiendo con buen humor su parte de culpa en el descomunal disparate. Hubo muchos disidentes, deserciones sonadas, cambios de bares y terrazas y puntos de reunión, de bebida y de lecho y hasta de sexo. La brecha que se abrió fue profunda, y aún no se ha cerrado.

Finalmente, los disidentes empezaron a ser grupo, que es lo que se acaba siendo siempre.


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