Yo escuchaba atentamente las explicaciones, sabía que los cuerpos serían clasificados, del mismo modo que habían hecho con los asientos. Verde: cuerpo intacto. Amarillo: cabeza aplastada o pérdida de una de las extremidades. Azul: pérdida de dos extremidades con o sin cabeza aplastada. Rojo: pérdida de tres o más extremidades o corte transversal completo del cuerpo.

– El informe de la autopsia también mostrará en qué lugar de la cabina estaban sentados los pasajeros que tienen materiales incrustados, quemaduras térmicas o quemaduras químicas -continuó Lowery-. También intentaremos establecer una correlación entre modelos de heridas del lado derecho con las del lado izquierdo y deformaciones de los asientos de la derecha y de la izquierda.

– ¿Y qué información obtendrá de ello? -preguntó Ryan.

– Un alto grado de correlación sugeriría que los pasajeros permanecieron sentados durante la mayor parte de la caída del aparato. Una correlación pobre significaría que no se encontraban en los asientos que tenían asignados o bien que fueron separados violentamente de sus asientos en los primeros momentos de la caída.

Sentí un escalofrío al pensar en los terroríficos momentos finales de esos pasajeros.

– Los médicos también nos suministrarán datos sobre heridas anteriores y posteriores, que nos ayudarán a relacionar la deformación de los asientos de proa con la de los de popa.

– ¿Por qué? -preguntó Ryan.

– Se supone que el movimiento hacia adelante del avión, combinado con el efecto protector del asiento en la espalda del ocupante, provoca heridas predominantemente anteriores.

– A menos que el pasajero sea separado del asiento.

– Exacto. Además, en los accidentes frontales, los asientos orientados hacia delante se deforman en esa dirección. En las explosiones que se producen en el aire, es posible que no se repita esa pauta ya que algunas partes del aparato pueden haberse desintegrado antes del impacto.

– ¿Y?

– De los asientos recuperados hasta el momento, más del setenta por ciento muestran una deformación apreciable en dirección proa-popa. De ellos, menos del cuarenta por ciento presentaban deformaciones en dirección frontal.

– Lo que significa la destrucción durante el vuelo.

– Sin ninguna duda. El grupo de Susan aún está estudiando la forma en que se produjo la desintegración. Tratarán de reconstruir la secuencia exacta del fallo, pero está meridianamente claro que se produjo un suceso súbito y catastrófico en el aire. Eso significa que partes del fuselaje cayeron a tierra antes del impacto del avión contra el suelo. Me sorprende que no haya una mayor variación entre las diferentes secciones, pero estas cosas nunca siguen el manual. Lo que está claro es que los asientos en cada sección muestran una carga de impacto casi idéntica.

Pulsó unas teclas y el diagrama original ocupó la pantalla.

– Y hay pocas dudas en cuanto al lugar donde se produjo la explosión.

Lowery señaló la concentración de rojo brillante en la parte posterior izquierda de la cabina de pasajeros.

– Una explosión no significa necesariamente una bomba.

Nos giramos y vimos que Magnus Jackson estaba en la entrada del despacho. Me miró largamente pero, no dijo nada. La pantalla brillaba como un arco iris a nuestras espaldas.

– La hipótesis del misil ha cobrado protagonismo -dijo Magnus.

Todos nos quedamos esperando.

– Ahora hay tres testigos que afirman haber visto un objeto disparado hacia el cielo.

– He hablado con los reverendos Claiborrie y Bowman y he calculado que juntos tienen el cociente intelectual de un gusano lanudo -dijo Ryan mientras apoyaba un brazo en el respaldo de la silla.

Me pregunté cómo era posible que Ryan supiese nada acerca de los gusanos lanudos pero no dije nada.

– Los tres testigos dan horas y descripciones que son prácticamente idénticas.

– Como sus códigos genéticos -se mofó Ryan.

– ¿Cree que esos testigos se someterían voluntariamente al detector de mentiras? -pregunté.

– Esos tíos probablemente piensan que un microondas les freirá los genitales -dijo Ryan.

Jackson esbozó una sonrisa, pero las bromas de Ryan comenzaban a ponerme nerviosa.

– Tiene razón -dijo Jackson-. En las zonas rurales existe una saludable reticencia ante la autoridad y la ciencia. Los testigos se niegan a someterse al detector con el argumento de que el gobierno podría utilizar la tecnología para alterar sus cerebros.

– ¿Mejorarlos?

Jackson sonrió. Luego el investigador a cargo del caso volvió a mirarme fijamente y se marchó sin añadir comentario alguno.

– ¿Podemos volver al diagrama de los asientos? -pregunté.

Lowery volvió a pulsar una serie de teclas y el diagrama reapareció en la pantalla.

– ¿Puede superponer a ese diagrama el de los daños sufridos por los asientos?

Los dedos de Lowery se movieron sobre el teclado y apareció el Seurat.

– ¿Dónde estaba sentada Martha Simington?

Lowery señaló la primera fila de primera clase:

– Uno A.

Azul claro.

– ¿Y el estudiante de intercambio de Sri Lanka?

– Anurudha Mahendran, Doce F, justo delante del ala derecha.

Azul oscuro.

– ¿Dónde se sentaban Jean Bertrand y Rémi Petricelli?

El dedo de Lowery se movió hasta la última fila a la izquierda.

– Veintitrés A y B.

Rojo brillante.

Justo en el lugar de la explosión.



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