—¡Ah! —dijo Hallie mientras se sentaba en un banco—. Muy agradable.
—¿No te parece un poco masculino?
—No. A mí me parece de lo más acogedor. Tengo cuatro hermanos, ¿recuerdas?
—Confía en mí, no lo había olvidado. ¿Dónde viven?
—Donde los lleve su trabajo. Está Luke, que es submarinista de la Marina a medio camino de un proyecto de tres años en Guam; Pete pilota aviones que realizan vuelos chárter en Grecia; Jake dirige una academia de artes marciales en Singapur y por último Tristán. Es con él con quien me estoy hospedando mientras dure el curso.
—¿Tristán?
Después de Pete, Luke y Jake, un hermano llamado Tristán parecía algo incongruente.
—¿Y a qué se dedica Tristán? —preguntó Nick.
—Trabaja para la Interpol.
—¿En la administración?
—No, en comandos operativos —dijo ella—. Pero en realidad es un corderito.
Sin duda. Todos los especialistas en comandos operativos eran corderitos. Era una profesión tan suave y pacífica
—¿Sabes?, tal vez necesite una esposa distinta para ir a Hong Kong —dijo él—. Tal vez necesite una morena.
—Yo antes era morena —dijo Hallie—. El peluquero era un hombre joven que acababa de empezar y decidimos experimentar. Se marchó de la peluquería poco después de eso —suspiró—. Estoy segura de que Tris no lo habría castrado de verdad.
Tal vez estuviera condenado.
—O una rubia —murmuró—. Siempre podría sustituirte por una rubia.
—Vamos. No me puedes engañar. Ahora no me vas a sustituir; tendrías que volver a salir de compras.
Nick se estremeció. Ella tenía razón. Sustituirla no era una opción real.
—Además —continuó ella con alegría—, no pienso contarle a mis hermanos los detalles de nuestro pequeño compromiso. Ellos no lo entenderían.
En eso estaba totalmente de acuerdo.
—Háblame entonces de tu familia —le dijo ella, cambiando hábilmente de tema para volver a él—. ¿Cuándo murió tu padre?
—Hace dos años. Era constructor.
—¿Y Clea? Has dicho que no era la esposa de un empresario. ¿A qué se dedica?
—A muchas personas les cuesta creerlo, pero Clea es arquitecto. Una arquitecto muy bueno.
—¿Se conocieron así? ¿A través de su trabajo?
—No, se conocieron en una fiesta de cumpleaños. Clea estaba en la tarta. Trato de no pensar en ello.
—¿Qué hay de hermanos o hermanas?
—Soy hijo único.
—¿Nunca te sentías solo? —preguntó ella.
—No.
Parecía como si a Hallie le costara asimilar el concepto de ser hijo único.
—Tenía muchos amigos, siempre estaba acompañado. Y cada vez que tenía tiempo libre había un ordenador a mano y una docena de mundos imaginarios en los que perderse.
—Y ahora te ganas la vida creando mundos fantásticos. Supongo que eso significa que siempre supiste lo que querías hacer, incluso siendo niño.
—Siempre lo hice. ¿Eso es lo mismo?
—Seguramente. Mis hermanos siempre sabían lo que querían hacer de mayores —Hallie sonrió con pesar—. Conmigo fue distinto cada semana se me ocurría una idea nueva Astronauta, piloto de Fórmula 1 Mi familia aún no está convencida de que no vaya a cambiar de opinión en cuanto a mi deseo de trabajar en el negocio del arte.
—¿Y lo harás?
—¿Quién sabe? —Hallie se encogió de hombros—. Me encanta la emoción que comporta hallar piezas antiguas y bellas y me encanta examinar su historia y la historia de las personas que haya detrás. Encontraré trabajo con algún respetable marchante de arte asiático y anticuario y será fascinante; pero si no es así bueno haré otra cosa. Al menos lo habré intentado.
—Quieres cometer tus propios fallos.
—¡Eso es! —en sus ojos y en su voz ardía la pasión—. ¿Tienes idea de lo duro que es tomar tus propias decisiones con cuatro hermanos mayores todos empeñados en dirigirte la vida? De verdad, Nick, tengo veinticuatro años y no soy lenta para aprender. ¿Qué pasa si cometo uno o dos fallos por el camino? Los arreglaré. Desde luego no necesito a mis hermanos metiéndose para enderezar cada cosa que hago mal —Hallie alzó la barbilla—. Sé cuidarme sola; quiero cuidarme sola. ¿Es acaso mucho pedir?
—En absoluto. Lo que tú quieres es libertad.
—E igualdad —dijo con firmeza—. Y no les pasaría nada si de tanto en cuanto me mostraran un poco de respeto.
Bien. Nick ahogó la ligera simpatía que empezaba a sentir por sus hermanos y se fijó en la situación global. Libertad, igualdad, respeto. Eso no le costaría ningún esfuerzo. No era como si ella le estuviera pidiendo la luna y las estrellas.
—Quiero que sepas que aunque te esté pagando un montón de dinero por engañar a mi socio futuro, tienes todo mi respeto —afirmó—. Estamos juntos en esto como iguales.
En ese momento apareció el camarero.
—Dos whiskys. Sin hielo.
Capítulo 3
Tres días después Hallie subía a bordo de un avión rumbo a Hong Kong. Se había hecho la manicura, la pedicura, distintos tratamientos de belleza y de peluquería y se podía decir sin miedo a equivocarse que en ese momento era la esposa de un empresario, chic con sus pantalones de lana fina color arena y su camisola rosa. Llevaba unos zapatos a juego con la camisola, un bolso de Hérmes y a Nick a su lado, tremendamente atractivo con un traje de chaqueta gris y una camisa blanca y sin corbata. Ella era la mujer que lo tenía todo, una pura fantasía. Pero eso no significaba que no pudiera disfrutar del momento.
Unos retazos de nubes blanquecinas moteaban el cielo del mediodía; sus asientos estaban en primera clase y el despegue fue perfecto. Hallie se relajó en su asiento y se preparó para recibir toda clase de mimos y atenciones; pero enseguida se dio cuenta de que la mujer que fuera sentada cerca de Nick sin duda quedaría totalmente ignorada. O bien eso, o bien era totalmente invisible al resto de las mujeres del mundo cuando sonreían, suspiraba o se arreglaban delante de él.
Las azafatas se tranquilizaron cuando el vuelo estaba en proceso y continuaron con sus quehaceres con eficiente profesionalidad, pero las sonrisas coquetas de las pasajeras no cesaron. Una joven incluso consiguió tropezarse y caer con elegancia en el regazo de Nick en un revuelo de disculpas, todo ello acompañado de todo el rozamiento posible.
—¿Las mujeres siempre caen a tus pies para que te fijes en ellas? —le preguntó a Nick cuando se había marchado la joven.
—La verdad es que se ha tropezado con mis pies —dijo Nick—. Sobresalían en el pasillo. Ha sido culpa mía que acabara cayéndose encima de mí.
—¿Y también que acabara plantándote los pechos en la cara? ¿Eso también ha sido culpa tuya?
Nick se encogió de hombros, tratando sin éxito de hacerse el inocente.
—Estaba intentando ponerse de pie —dijo él—. Estas cosas pasan.
—Ya lo veo.
Hallie decidió que estaba acostumbrado a ello. Sencillamente, estaba acostumbrado a que las mujeres cayeran a sus pies.
—¿Sabes?, te ahorrarías bastante de esa atención no deseada si llevaras un anillo de casado—le dijo ella.
Ella llevaba una alianza, además de un anillo de compromiso con un diamante del tamaño de un huevo pequeño. A ojos de todo el mundo, estaba comprometida. Sin embargo Nick no llevaba ni un solo anillo en la mano.
—No llevaba ninguno la última vez que fui —respondió—. Sería un poco extraño que lo llevara ahora.
—No lo sería teniendo en cuenta lo que ha pasado —Hallie empezó a sentir un punto de tensión con ese tema—. ¿Si de verdad estuviéramos casados, llevarías anillo?
—Tendrías que insistirme —la miró de reojo—. Y a ti te pasaría lo mismo, ¿no?
—Desde luego —levantó la mano izquierda, hacia donde estaba sentado Nick y el diamante brilló a la luz—. Algunas personas respetan la santidad del matrimonio y no se van a por una persona que lleve anillo.
—¡Qué gracia! —dijo él en tono seco—. No pareces tan ingenua.
—Ja. Lo que pasa es que yo no pienso que esté siendo ingenua. Pero debo reconocer que si no te pones anillo, nunca lo sabremos.