—Tu predecesora —empezó con cuidado, hablando como un ser civilizado—, tu predecesora tenía predilección por los muchachos adolescentes. Y yo lo era, por entonces. Me chantajeó. A mí y a mi padre. Amenazó a Grant, dijo que iba a usarlo para probar programas, a él, un Alfa educado como CIUD. Sobre todo, creo yo, para ponerme las garras encima, aunque entonces no lo interpreté así. Digamos que cometí un error cuando pensé que podía controlar la situación a tu edad. Digamos que sí, que me molesta que se me acerque una chica más joven que yo y todavía peor si tiene su misma cara, su voz y usa el mismo perfume. No tiene nada que ver contigo, sino con lo que ella hizo. Preferiría no darte los detalles, pero supongo que no es necesario que lo haga. Ella grabó una cinta. Tal vez la tengas en tu apartamento, no lo sé. Tal vez la tenga tu tío. Cuando la veas, tendrás todas las pistas que necesitas para destruirme. Pero está bien. No importa. Hay otra gente que las tiene. No tiene nada que ver contigo.
Ari se quedó allí sentada durante mucho tiempo, con los codos sobre la mesa.
—¿Por qué lo hizo? —preguntó finalmente.
—Tú deberías saberlo, mucho mejor que yo. Tal vez porque se estaba muriendo. Le estaba fallando la rejuv, Ari. Tenía cáncer y ciento veinte años. No era un pronóstico favorable.
Ella no lo sabía. Para una R era un conocimiento peligroso, los límites temporales del grupo genético.
—Hubo factores exteriores —continuó él—. Cyteen era más primitivo cuando ella era joven. Había respirado aire nativo en algún momento de su vida. Y eso es lo que la estaba matando, probablemente.
Ella se mordió el labio. Ya no había hostilidad. Ni defensa.
—Gracias —dijo—. Gracias por contármelo.
—Termina la copa. Te pediré otra.
—Sabía... cómo murió. Pero no lo del cáncer.
—Entonces tus notas no te dicen toda la verdad. Yo sí. Pregúntame de nuevo si quiero que me transfieras.
—¿Quieres?
—Pregúntaselo a Grant.
—Lo que diga Justin —respondió Grant.
VII
—Tengo un contacto —dijo Wagner mientras caminaban desde la Biblioteca hasta Estado—. En el mantenimiento de Planys. Dinero, no conciencia.
—No quiero oír eso —dijo Corain—. No quiero que tú lo sepas. Quiero que esto se mantenga limpio.
—Yo no lo oí y tú no lo sabes —replicó Wagner, una mujer maciza de ojos almendrados y cabello negro rizado, jefe de ayudantes de Asuntos Legales en el Departamento de Ciudadanos, con traje conservador y portafolios. Un paseo desde la Biblioteca, donde los dos se encontraron por casualidad, una casualidad amañada—. Digamos que nuestro hombre está trabajando en el área de los laboratorios. Digamos que habla con Warrick. Le enseña algunas fotos de los niños, ya sabes. Y Warrick se confía.
—Estamos diciendo lo que pasó.
—Estamos diciendo lo que pasó. No creo que quieras conocer toda la cadena de contactos.
—No. Lo que quiero saber, mierda, es si Warrick está disponible.
—Ha vivido bajo seguridad muy estricta durante un año. Tiene un hijo en Reseune. Ése es el punto de presión.
—Recuerdo al hijo. ¿Cómo es?
—No sé nada de él. Para nosotros no es importante, sólo una R activa con número de CIUD. Defensa tiene mucho más. Totalmente adicto a papá, eso por supuesto. Pero por lo visto alguien, Warrick padre o Warrick hijo, presionó a Reseune lo suficiente para obtener un pase de viaje para el hijo. Tiene treinta y cinco años. De Reseune. Reseune tiene tanta seguridad a su alrededor que cuando fue a Planys se podía pensar que era el presidente. Hay un azi, también. Un Alfa. ¿Recuerdas la masacre de los abolicionistas en las montañas?
—El caso Winfield. Sí. Estaba relacionado con el asesinato de Emory. Ese era uno de los puntos de discusión, entre Warrick y Emory.
—Es un hijo adoptado de Warrick. No lo dejan salir de Reseune. No podemos conseguir datos sobre él, pero sabemos que está con vida y que sigue con el hijo, y que Warrick todavía lo considera parte de la familia. Te puedo dar toda la documentación.
—¡A mí no! Eso tiene que quedarse en los niveles más bajos.
—Entendido.
—Pero puedes llegar a Warrick.
—Creo que ya ha llegado a un estado de frustración máximo por su situación. Han pasado... ¿cuánto?, ¿dieciocho años? Sus proyectos son de Defensa, pero Reseune mantiene una pared bien cuidada entre él y el Departamento, nada de filtraciones. El obrero del sistema de aire... hace... unos dieciocho meses que lo tenemos. Pero tienes que entender que la seguridad de Reseune es cuidadosa en extremo. Y no estamos tratando con un detenido común. Es un operador psíquico. Un clínico. Un asunto difícil, supongo, encontrar un guardia inmune a él. La cuestión es si continuamos o si esperamos a ver qué pasa. Eso es que lo que Gruen quiere que te pregunte.
Corain se mordió el labio. Dos meses hasta el final de la elección de Defensa, con una bomba a punto de estallar.
Y probablemente Jacques iba a ganar el sillón desalojando a Khalid, y probablemente nombraría secretario a Gorodin.
Pero Jacques se estaba debilitando. Jacques estaba sintiendo la presencia de los «halcones» en Defensa, y había persistentes rumores acerca de la salud de Gorodin, y acusaciones de que Khalid, que había sido la fuente anterior de rumores parecidos, lo estaba haciendo de nuevo.
Pero Khalid podía ganar: el partido centrista prefería con mucho librarse del conservadurismo de Khalid, pero no se podía descartar que sucediera. El arreglo de Jacques como canciller y Gorodin como secretario, que había planificado Corain con Nye, Lynch y los expansionistas, era la situación que Corain prefería, si los rumores eran ciertos y la salud de Gorodin flaqueaba, porque Gorodin era la parte expansionista del trato.
Esperar, y desear que una nueva mano en el timón de los militares le permitiera trabajar con Defensa y sacar a Warrick de Planys; o salir a la arena solos y confiar en sus propios recursos. Y arriesgarse a un escándalo mayúsculo. Ése era el problema.
Si Khalid volvía a ganar, Khalid recordaría que su propio partido había colaborado en la recusación de Jacques para su puesto. Entonces ya no les debería ningún favor.
Y podía convertirse en un hombre muy peligroso, desde luego.
—Creo que será mejor que hagamos el contacto ahora —dijo Corain—. Pero, por el amor de Dios, ten mucho cuidado. No quiero que haya ningún rastro que conduzca al Departamento, ¿entiendes?
VIII
—No sabía que iba a hacer eso —dijo Justin y tiró un pedazo de pan al estanque para que el koi lo cogiera. El dorado nadó como un rayo hasta la superficie y lo engulló mientras el blanco se quedaba cerca de un loto—. No tenía ni idea. Simplemente, ella iba a averiguar lo de la cinta de todos modos, ¿no? Mejor ahora, cuando todavía es inocente y se puede impresionar. Si la cosa sale al revés, Dios nos asista.
—Me siento mucho más seguro —dijo Grant— cuando decides hacer estas cosas.
—Yo no, mierda. No tenía derecho a hacer eso sin avisar, pero estaba acorralado, era el momento, era el único momento en que eso podía solucionar lo de la otra situación.
—¿Por lo de la cinta?
—Ya entiendes, entonces.
—Entiendo que ésta es la personalidad más agresiva que conozco. Ni siquiera Winfield y su gente me impresionaron así. Te voy a decir la verdad: tuve miedo. De Winfield, por ejemplo. O de los de Seguridad que me sacaron, pensé que tal vez les habían ordenado que me matasen. Traté de analizar el sabor de todo esto, y la contradicción era tan extrema para mí en ese momento, en el umbral de la oficina, que no pude dominarla. Sé que hay algo tan... tan violento en esa chica, que me resulta muy difícil responder sin contradicción. —La voz de Gran era clínica, fría, suave y precisa, como cuando estaba razonando—. Pero claro, esa percepción puede tener que ver con mi propio nivel de adrenalina, y con el hecho de que la chica es una supervisora. Tal vez interpreté mal el nivel de lo que percibía.