– ¿Pero, podrían otros percibir ese mismo mundo?
– Sí, si tuvieran la uniformidad y cohesión que tenías tú en ese momento. Uniformidad es mantener al unísono la misma posición del punto de encaje. Acechar la percepción era como los brujos antiguos llamaban al acto de adquirir uniformidad y cohesión fuera del mundo normal.
"El arte del acecho -continuó-, como ya lo dije antes, tiene que ver con la fijación del punto de encaje. A través de la práctica, los brujos antiguos descubrieron que como es importante desplazar el punto de encaje, es aún de mayor importancia hacer que se quede fijo en su nueva posición, cualquiera que ésta fuere.
Explicó que si el punto de encaje no se logra estabilizar, no hay forma posible de que podamos percibir coherentemente. Lo que entonces percibiríamos sería un caleidoscopio de imágenes disociadas. Dijo que esta fue la razón por la cual los brujos antiguos pusieron tanto énfasis en el ensueño como en el acecho, y que un arte no puede existir sin el otro, especialmente en la clase de actividades en las cuales los brujos antiguos estaban envueltos.
– ¿Cuáles eran esas actividades, don Juan? -pregunté.
Don Juan dijo que eran actividades complejísimas derivadas de los desplazamientos del punto de encaje. Los brujos antiguos al aprender a desplazar sus puntos de encaje a miles de posiciones en la superficie, o adentro de sus masas energéticas, también aprendieron a fijar su punto de encaje en esas posiciones, para así retener su cohesión indefinidamente.
– Los brujos antiguos llamaban a eso las marañas de la segunda atención, o la gran aventura de lo desconocido -añadió.
– ¿Cuál era el beneficio de todo esto, don Juan?
– No podemos hablar aquí de beneficios. Aquí podemos únicamente hablar de resultados finales.
Dijo que la cohesión de los brujos antiguos era tal que les permitió llegar a ser, perceptual y físicamente, todo lo que sus puntos de encaje dictaban. Podían transformarse en cualquier cosa dentro del inventario especifico que cada uno de ellos poseía. Don Juan llamaba un inventario a todos los detalles perceptibles necesarios para convertirse, por ejemplo, en jaguares, pájaros, insectos, etcétera, etcétera.
– Para mi es muy difícil creer que esa transformación pueda ser posible -le dije.
– Es posible -aseguró-. No tanto para ti o para mi, pero si para ellos. Para ellos eso no era nada.
Dijo que los brujos antiguos tenían tan espléndida fluidez que todo lo que necesitaban era un ligero desplazamiento de su punto de encaje, una mínima señal en su ensueño para instantáneamente acechar su percepción; es decir, para arreglar su cohesión y hacerla encajar en su nuevo estado de conciencia, sea ésta la de un animal, otra persona, un pájaro, o lo que fuera.
– ¿Pero, no es eso lo que los enfermos mentales hacen? ¿Crear su propia realidad? -pregunté.
– No, no es lo mismo -dijo-. Los dementes imaginan su propia realidad, porque no tienen, en lo absoluto, un propósito preconcebido. Los dementes añaden caos al caos. Los brujos, por el contrario, traen orden al caos. Su propósito preconcebido y trascendental es liberar su percepción. Los brujos no inventan los mundos que perciben; ellos perciben energía directamente y luego descubren que lo que están percibiendo es un mundo nuevo y desconocido; un mundo que se los puede tragar enteros, porque es tan real como cualquier cosa en nuestro mundo diario.
Don Juan me dio entonces una nueva versión de lo que me sucedió en el árbol de mezquite. Dijo que empecé por percibir directamente la energía del árbol. En mi nivel subjetivo, sin embargo, yo creí que estaba ensoñando ya que utilicé el ensueño para percibir energía. Aseveró que usar el ensueño en el mundo de la vida diaria es una de las estratagemas más efectivas de los brujos. Hace que el percibir energía directamente sea como un ensueño, en lugar de ser una experiencia totalmente caótica. Luego, cuando la percepción se arregla, los brujos se encuentran frente a un mundo nuevo. Exactamente lo que a mí me sucedió.
Le conté acerca del pensamiento que casi no me atrevía a pensar: que el panorama que vi no era un ensueño, ni tampoco nuestro mundo cotidiano.
– No lo era -dijo-. Te lo he dicho una y otra vez, pero tú crees que estoy senil y me repito sin ton ni son. Sé cuán difícil es para la mente aceptar que todo esto no es una idiotez de locos. ¡Créeme, existen mundos nuevos! Están envueltos los unos en los otros, como las capas de una cebolla. El mundo en el cual existimos no es más que una de esas capas.
– ¿Quiere usted decir, don Juan, que el propósito de sus enseñanzas es prepararme para ir a esos mundos?
– No. No quise decir eso. Vamos a esos mundos solamente como un ejercicio. Esos viajes son los antecedentes de los brujos de ahora. Hacemos el mismo tipo de ensueño que los brujos antiguos solían hacer, pero en cierto momento, nos desviamos a un nuevo terreno. Los brujos antiguos preferían los cambios del punto de encaje, por lo tanto siempre se encontraban en territorios más o menos conocidos o predecibles. Nosotros preferimos los movimientos del punto de encaje. Los brujos antiguos iban en pos de lo humanamente desconocido. Nosotros buscamos lo desconocido que está fuera de lo humano.
– No he llegado a eso todavía, ¿verdad?
– No, tú estás solamente empezando. Y al empezar todo ensoñador tiene que seguir los pasos de los brujos antiguos. Después de todo, ellos fueron quienes inventaron el arte del ensueño.
"A ti todavía te queda mucho pan por rebanar. Además, tengo que ser extremadamente cuidadoso contigo, porque tu carácter está totalmente ligado al de los brujos antiguos. Ya te he dicho esto muchas veces, pero siempre te las ingenias para descartarlo. A veces hasta pienso que una energía de otro mundo te guía y te aconseja, pero luego dejo a un lado esa idea, porque eso sí que es algo descabellado.
– ¿De qué está usted hablando, don Juan?
– Inconscientemente has hecho dos cosas que me preocuparon sin medida. La primera vez que te presté mi energía para que ensoñaras viajaste con tu cuerpo energético a un lugar fuera de este mundo. ¡Y ahí caminaste! Y luego, volviste a viajar con tu cuerpo energético, a través del mezquite, a otro sitio fuera de este mundo; las dos veces, partiendo desde la conciencia del mundo diario.
– ¿Por qué lo preocupa esto?
– Ensoñar es demasiado fácil para ti. Y si no tenemos cuidado, esa puede ser tu perdición. Ensoñar así conduce a lo desconocido que aún es cuestión humana. Como te dije, los brujos de hoy se esfuerzan por alcanzar lo desconocido que ya no es cuestión humana.
– ¿Qué puede ser lo desconocido que no es cuestión humana?
– Mundos inconcebibles que están fuera de la banda del hombre, pero que aún podemos percibir. La predilección de los brujos de hoy en día es entrar en mundos fuera del dominio humano; mundos completamente inclusivos, no meramente entrar en el reino de los pájaros, o en el reino de los animales, o en el reino de los seres humanos, aunque éste fuese el reino del hombre desconocido. Te estoy hablando de mundos como en el que vivimos; mundos completos, con un sinfín de reinos.
– ¿Dónde están esos mundos, don Juan? ¿En las diferentes posiciones del punto de encaje?
– Efectivamente, en las diferentes posiciones del punto de encaje. Digamos que los brujos llegan a esos mundos usando los movimientos del punto de encaje, no simplemente los cambios. Entrar en esos mundos requiere del tipo de ensueño que solamente los brujos de ahora practican. Los brujos antiguos se mantuvieron alejados de él, porque requiere un gran desapego y absoluta ausencia de importancia personal. Un precio que no estuvieron dispuestos a pagar.
"Para los brujos que ensueñan hoy en día, ensoñar es la libertad de percibir mundos más allá de todo lo imaginable.
– ¿Pero cuál es el sentido de percibir todo eso?
– Ya me hiciste hoy la misma pregunta. Hablas como un verdadero mercachifle. ¿Me va a dar buen resultado? ¿Cuál es el riesgo o la ganancia de mi inversión?