Por medio de la práctica, mi capacidad de parar o de intentar mis viajes al reino de los seres inorgánicos se volvió extraordinariamente aguda, y esto trajo consigo un control más profundo de mi atención de ensueño. Poder parar o intentar mis viajes cuando se me antojara me volvió más osado.

– Tu confianza es aterradora -fue el comentario que hizo don Juan, cuando le conté acerca de los nuevos aspectos de mi control sobre la atención de ensueño.

– ¿Por qué aterradora? -pregunté-. Yo estaba verdaderamente convencido del valor práctico de lo que había descubierto.

– Porque tu confianza es la confianza de un tonto -dijo-. Te voy a contar una historia de brujos, a propósito de esto. Yo no fui testigo de ella, pero el maestro de mi maestro, el nagual Elías, sí.

Don Juan dijo que el nagual Elías y el amor de su vida, una bruja llamada Amalia, se perdieron en su juventud, en el reino de los seres inorgánicos.

Nunca había oído a don Juan hablar acerca de brujos que fueran el amor de la vida de nadie. Me sorprendió tanto que inmediatamente le eché en cara su inconsistencia.

– No es inconsistencia. Es que siempre he rehusado contarte historias del afecto de brujos -dijo-. Has estado tan sobresaturado de amor toda tu vida que quería darte un respiro.

"Bueno, el nagual Elías y el amor de su vida, la bruja Amalia, se perdieron en el reino de los seres inorgánicos -prosiguió don Juan-. Ellos no se fueron allí en ensueño, sino en su conciencia diaria y con sus cuerpos.

– ¿Cómo sucedió eso, don Juan?

– Su maestro, el nagual Rosendo, en práctica y temperamento, era como tú, muy parecido a los brujos antiguos, su intención era ayudar a Elías y a Amalia, pero en vez de eso, los empujó a cruzar unos límites funestos. Lo que quería hacer era aplicar las técnicas de los brujos antiguos, y conducir a sus dos discípulos a la segunda atención, pero lo que logró fue la desaparición de los dos jóvenes.

Don Juan dijo que era una historia muy larga y complicada, y que no cabía entrar en detalles, solamente me iba a contar cómo se perdieron en ese mundo. Dijo que el error en el cálculo del nagual Rosendo fue asumir que, los seres inorgánicos no estaban en lo absoluto interesados en las mujeres. Su razonamiento se basaba en la certeza que tienen los brujos de que el universo, en su totalidad, es marcadamente femenino, y que lo masculino, al ser una ramificación de los, femenino, es escaso; por lo tanto, codiciado.

Don Juan comentó que quizá la escasez de lo masculino es la razón del injustificado dominio de los hombres en nuestro planeta. Yo quería seguir con ese tema, pero él continuó con su historia; dijo que el plan del nagual Rosendo era instruir a Elías y a Amalia exclusivamente en la segunda atención. Y para efectuar su plan, usó la técnica prescrita por los brujos antiguos. Durante el ensueño, aisló a un explorador, y manifestó en voz alta su intento de que el explorador transportara a sus discípulos a la segunda atención. Expresar en voz alta un intento de tal naturaleza es un mandato que un explorador no puede desoír. Teóricamente para una energía tan poderosa como un explorador, desplazar los puntos de encaje de Elías y Amalia a la posición apropiada no requería mucho esfuerzo. Lo que no consideró el nagual Rosendo fue la malicia de los seres inorgánicos. El explorador desplazó el punto de encaje de sus discípulos, pero los desplazó a una posición desde la cual era muy fácil transportarlos corporalmente a su reino.

– ¿Es esto posible, don Juan? ¿Ser transportado corporalmente?

– Sí, es enteramente posible. Somos energía, y esa energía se mantiene en una forma y posición específicas debido a la fijación del punto de encaje en su sitio habitual. Si esa ubicación cambia, la posición de nuestra energía cambia de acuerdo a ese cambio de ubicación. Todo lo que los seres inorgánicos tienen que hacer es desplazar el punto de encaje a la posición correcta, y salimos disparados como una bala, con sombrero, zapatos, y todo lo demás.

– ¿Puede esto ocurrirle a cualquiera de nosotros?

– Exactamente. Especialmente si nuestra suma energética es considerable. Obviamente, la suma de la energía de Elías y Amalia juntos era algo que los seres inorgánicos no podían desechar. Confiar en los seres inorgánicos es absurdo. Ellos tienen su propio ritmo, y ese ritmo no es humano.

Le pregunté a don Juan qué fue exactamente lo que el nagual Rosendo hizo para mandar a sus discípulos a ese mundo. Sabía que hacer esta pregunta era una estupidez de mi parte. Me sorprendí cuando respondió.

– Los pasos son la simpleza misma -dijo-. Puso a sus discípulos dentro de un espacio muy reducido; algo así como un armario. Luego se puso a ensoñar, y mandó venir a un explorador del reino de los seres inorgánicos manifestando en voz alta su intento de llamarlo. Después expresó en voz alta su intento de ofrecerle a sus discípulos.

"Naturalmente, el explorador los aceptó como un regalo y se los llevó consigo en un momento de descuido, cuando ellos estaban haciendo el amor, dentro del armario. Cuando el nagual fue a buscarlos, se habían esfumado.

Don Juan explicó que hacer regalos de gente a los seres inorgánicos era precisamente lo que los brujos antiguos solían hacer con sus discípulos. El nagual Rosendo no quería de ninguna manera hacer eso; lo ofuscó la absurda creencia de que los seres inorgánicos estaban bajo su control.

– Las maniobras de los brujos son mortales -continuó-. Te suplico que seas de lo más cauteloso. No dejes que te enceguezca la estúpida sensación de confianza en ti mismo.

– ¿Qué fue lo que les pasó finalmente al nagual Elías y a Amalia? -pregunté.

– El nagual Rosendo tuvo que ir corporalmente a buscarlos a ese mundo -contestó.

– ¿Los encontró?

– Si, después de luchas indescriptibles. Pero no pudo sacarlos del todo. Así que fueron siempre semiprisioneros de ese reino.

– ¿Los conoció usted, don Juan?

– Por supuesto que los conocí, y te puedo asegurar que eran sobremanera extraños.

6 EL MUNDO DE LAS SOMBRAS

– Tienes que ser muy pero muy cuidadoso, porque estás a punto de caer en manos de los seres inorgánicos -me dijo don Juan inesperadamente; estábamos hablando de algo que no tenía relación con el ensueño.

Su aseveración me tomó por sorpresa. Como siempre, traté de defenderme.

– No tiene usted que prevenirme, soy bastante cuidadoso -le aseguré.

– Los seres inorgánicos están tramando algo -dijo-. Lo siento en los huesos, y no me puedo consolar diciendo que tienden trampas al principio, y que de esta manera, los ensoñadores que no valen la pena son efectiva y permanentemente descartados.

El tono de su voz era tan urgente que me sentí obligado a asegurarle inmediatamente que no iba a caer en ninguna trampa.

– Debes considerar muy seriamente que los seres inorgánicos tienen extraordinarios medios a su disposición -prosiguió-. Su conciencia de ser es espléndida. En comparación, nosotros somos unos niños; niños con muchísima energía, la cual, por cierto, los seres inorgánicos codician sin medida.

Le quería decir, pero no lo hice, que en un nivel abstracto, había comprendido lo que me decía, y su preocupación al respecto, pero que en un plano concreto, no podía ver la razón de su advertencia, ya que yo tenía control de mis prácticas de ensueño.

Pasaron varios minutos de incómodo silencio, antes de que don Juan volviera a hablar. Cambió de tema y dijo que me debía hacer notar un aspecto muy importante de su instrucción sobre el ensueño; un aspecto que hasta ahora yo había ignorado.

– Ya has entendido que las compuertas del ensueño son obstáculos específicos -dijo-, pero lo que no has comprendido todavía es que el ejercicio para alcanzar y cruzar una compuerta no es realmente lo que permite alcanzar y cruzar dicha compuerta.


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