– Sé lo desconcertante que es todo esto -prosiguió, completamente consciente de mi perplejidad-. Por alguna razón, pertinente a la mente, ver energía en ensueños es de lo más agobiante que uno puede imaginar.

Señalé que ya había visto energía en mis ensueños antes, pero que nunca me había afectado de esa manera.

– Ahora tu cuerpo energético está completo y funciona -dijo-, por lo tanto, que veas energía en tu ensueño implica que estás percibiendo un mundo real, a través del velo de un ensueño. Esa es la importancia del viaje que hiciste. Fue real. Te encontraste con objetos generadores de energía, uno de los cuales casi acaba con tu vida.

– ¿Fue así de serio, don Juan?

– Créemelo que sí. Ese ser que te atacó estaba hecho de pura energía y conciencia y era mortal. Viste su energía. A estas alturas ya te has dado cuenta de que a menos que veamos en el ensueño, no podemos distinguir una cosa real, generadora de energía, de una proyección fantasmagórica. Aunque hayas luchado con los seres inorgánicos y de verdad hayas visto a los exploradores y a los túneles, tu cuerpo energético no sabe a ciencia cierta si eran reales, es decir, si eran generadores de energía. Estás casi seguro, pero no del todo seguro.

Don Juan insistió en hablar del viaje que hice. Por razones inexplicables, yo rehusaba abordar ese tema. Sus aseveraciones me habían producido una instantánea reacción; un extraño miedo, profundo, oscuro y obsesivo de una manera visceral.

– Decididamente viajaste a otra capa de la cebolla -dijo don Juan. Había hablado por largo rato pero yo no le había puesto atención.

– ¿Qué significa otra capa de la cebolla, don Juan?

– El mundo es como una cebolla, tiene varias capas. El mundo que conocemos es una de ellas. Algunas veces cruzamos los linderos de estas capas y entramos en otra de ellas, en otro mundo, muy parecido a éste, pero no el mismo. Y tú entraste en uno de esos mundos.

– ¿Cómo es posible un viaje de los que usted habla, don Juan?

– Tu pregunta no tiene sentido, ya que no hay nadie que la pueda responder. Desde el punto de vista de los brujos, el universo está construido de capas, y el cuerpo energético las puede cruzar. ¿Sabes dónde existen los brujos antiguos hasta hoy en día? En otra capa de la cebolla.

– La idea de un viaje pragmático y real hecho en ensueños es algo muy difícil de entender o de aceptar, don Juan.

– Hemos discutido este tema ya muchísimo. Estaba convencido de que habías entendido, de una vez por todas, que el viaje del cuerpo energético depende exclusivamente de la posición del punto de encaje.

– Ya lo sé y lo he pensado una y otra vez; pero aun así, decir que el viaje depende de la posición del punto de encaje no me explica nada.

– Tu problema es tu cinismo. Yo era exactamente como tú. El cinismo no nos permite cambios drásticos en la manera como entendemos al mundo. También nos fuerza a presumir estar siempre en lo correcto.

Entendí perfectamente lo que quería decir, y le recordé de mi lucha contra todo esto.

– Te propongo que hagas algo que vas a considerar absurdo, pero que quizá cambie las cosas -dijo-. Repítete a ti mismo incesantemente que la clave de la brujería es el misterio del punto de encaje. Si te repites esto por un tiempo, una fuerza oculta tomará las riendas y provocará en ti los cambios apropiados.

Don Juan no me dio ninguna indicación de estar bromeando. La idea de repetir incesantemente esa fórmula me pareció estúpida.

– Acaba con tu actitud de cínico profesional -me dijo mordazmente-. Repite lo que te dije, pero hazlo de una manera fidedigna.

"El misterio del punto de encaje es todo en la brujería -continuó sin mirarme-. O más bien, en la brujería todo depende de la manipulación del punto de encaje. Tú ya sabes, pero tienes que repetirlo sin cesar.

Al escuchar sus observaciones, pensé por un instante que me iba a morir de angustia. Una increíble sensación física de tristeza me abrumó y me hizo gritar de dolor. Parecía como si mi estómago y mi diafragma se movieran hacia arriba, y entraran en mi cavidad torácica. El empuje fue tan intenso que mi conciencia cambió de nivel y volví a mi estado normal. Lo que fuera que hubiésemos estado hablando, se volvió un pensamiento vago acerca de algo que quizá hubiese ocurrido, pero que de acuerdo a mi sentido común cotidiano realmente no había ocurrido.

La próxima vez que don Juan y yo hablamos sobre el ensueño, discutimos las razones por las cuales yo no había podido continuar con mis prácticas por meses enteros. Don Juan me advirtió que debía redondear el tema para explicar mi situación. Primero señaló la enorme diferencia entre los pensamientos y las acciones de los hombres de la antigüedad y los pensamientos y las acciones del hombre moderno. Dijo que los hombres de la antigüedad tenían una visión muy realista de la percepción y de la conciencia, ya que esta visión provenía de su observación del universo que los rodeaba. Al contrario, el hombre moderno tenía una visión absurdamente irreal de la percepción y de la conciencia, ya que su visión proviene de su observación del orden social, y de sus tratos con éste.

– ¿Por qué me explica usted esto? -pregunté.

– Porque tú eres un hombre moderno envuelto en las observaciones y las visiones de los hombres de la antigüedad -contestó-. Y ninguna de esas observaciones o visiones te son familiares. Ahora necesitas más cordura y aplomo que nunca. Estoy tratando de hacer un puente sólido por el cual puedas caminar, entre las visiones de los hombres antiguos y aquellas de los hombres modernos.

Señaló que de todas las observaciones trascendentales de los hombres de los tiempos antiguos, la única con la cual yo estaba familiarizado, era la idea de vender el alma al diablo a cambio de la inmortalidad; una idea que admitió venía directamente de los tratos de los brujos antiguos con los seres inorgánicos. Me recordó cómo el emisario de ensueño había tratado de seducirme a quedarme en su reino, ofreciéndome la posibilidad de mantener mi individualidad y conciencia de ser por casi una eternidad.

– Como tú sabes, sucumbir a la atracción de los seres inorgánicos no es sólo una idea; es algo real -don Juan prosiguió-. Pero todavía no estás completamente convencido de la totalidad de esa realidad. Ensoñar es real; es una condición que genera energía. Escuchas mis aseveraciones y claro que las entiendes, pero tu conciencia todavía no ha alcanzado a comprender todo lo que esto implica.

Don Juan dijo que mi razón estaba tan alerta acerca de la importancia de una comprensión de esta naturaleza que durante nuestra última conversación me forzó a cambiar de niveles de conciencia. Me empujó a mi estado de conciencia normal, antes de que pudiera examinar los diferentes aspectos y peculiaridades de mis ensueños. Mi razón se había protegido aún más al suspender mis prácticas de ensueño.

– Le aseguro que estoy perfectamente consciente de lo que una condición generadora de energía significa -dije.

– Y yo te aseguro que no lo estás -replicó-. Si lo estuvieras, medirías tu atención de ensueño con mayor cuidado. Puesto que crees que solamente estás soñando, tomas riesgos a ciegas. Tu falso razonamiento te dice que no importa lo que pase, en un momento dado, el sueño se terminará y te despertarás.

Tenía razón. A pesar de todo lo que había atestiguado en mis prácticas de ensueño, de alguna manera, todavía retenía el sentido general de que todo había sido un sueño.

– Te estoy hablando acerca de las opiniones y miras de los hombres de la antigüedad en contraposición a las del hombre moderno -don Juan prosiguió-. Tú, como hombre moderno, prefieres tratar un concepto que no te es familiar como si fuera meramente una idea vacía.

"Si dependiera de ti, considerarías el ensueño como una idea vacía. Yo sé muy bien que tomas muy en serio al ensueño, pero no crees en la realidad del ensueño.


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