– Comprendo lo que usted quiere decir, don Juan, pero no entiendo por qué me lo dice ahora.
– Te lo digo porque ahora estás en la posición correcta para comprender que ensoñar es una condición generadora de energía. Por primera vez, puedes entender que los sueños ordinarios son los instrumentos de entrenamiento que se usan para adiestrar al punto de encaje a fin de que alcance la posición que crea la condición generadora de energía que llamamos ensueño.
Me advirtió que los ensoñadores, como entran en mundos reales de efectos contundentes, deben permanecer en un estado de la más intensa y sostenida vigilancia; cualquier desviación pone al ensoñador en un indescriptible peligro.
En este punto de nuestra conversación, empecé a experimentar nuevamente un movimiento en mi cavidad torácica, exactamente como el que sentí el día que mi conciencia cambió de niveles por sí sola. Don Juan me sacudió del brazo fuertemente.
– ¡Ensoñar es algo extremadamente peligroso! -me gritó-. No empieces ahora a efectuar una de tus maniobras para proteger a tu razón.
Su tono era tan urgente que paré lo que estaba inconscientemente haciendo.
– ¿Qué me está pasando, don Juan? -pregunté.
– Lo que te está pasando es que puedes desplazar tu punto de encaje rápida y fácilmente -dijo-. Pero esa facilidad hace que ese desplazamiento sea desorientado. Disminuye tu velocidad. Cálmate y no te confíes demasiado en tus habilidades.
Podría haberle dicho que no sabía a qué se refería, pero sí lo sabía. Y también sabía que disponía de sólo unos segundos para reunir mi energía y cambiar de actitud; y lo hice.
Ese fue el final de nuestra discusión de ese día. Me fui a casa, y durante casi un año, repetí diaria y fielmente lo que don Juan me había sugerido. Los resultados de mi invocación, la cual parecía una letanía, fueron increíbles. Llegué a la conclusión de que había tenido el mismo efecto en mi conciencia de ser que el ejercicio tiene en los músculos del cuerpo. Mi punto de encaje se volvió más ágil, lo que significó que ver energía en mis ensueños se convirtió en la única meta de mis prácticas. Mi habilidad de ver creció en proporción a mis esfuerzos. Llegó el momento en que yo era capaz de ver, sin decir una sola palabra, y experimentar el mismo resultado que cuando expresaba en voz alta mi intento de ver.
Don Juan me felicitó por mi logro. Naturalmente, asumí que se estaba burlando de mí. Me aseguró que me felicitaba de verdad, pero me urgió a que siguiera gritando, por lo menos cuando me sintiera perdido. Su petición no me pareció extraña. Por mi cuenta gritaba en mis ensueños, a toda voz, cada vez que lo creía necesario.
En mis prácticas descubrí que la energía de nuestro mundo oscila, centellea. No solamente los seres vivientes sino todo en nuestro mundo centellea con una luz interior propia. Don Juan me explicó que la energía de nuestro mundo consiste en diferentes capas brillantes. La capa superior es blancuzca; y otra más profunda e inmediatamente adyacente a ésta es de color verde pálido, y otra, aún más honda es ámbar.
Encontré los tres tonos, o más bien, vi vislumbres de éstos cada vez que los objetos que encontraba en mis ensueños generaban energía. Sin embargo, el primer impacto de ver cualquier cosa que generase energía era siempre un resplandor blancuzco.
– ¿Hay nada más que tres diferentes tonos? -le pregunté a don Juan.
– Hay un número interminable -contestó-, pero para establecer un orden inicial, tres es suficiente. Más tarde, cuando seas más sofisticado en tu ensueño podrás aislar docenas de tonos.
"La capa blancuzca es el tono de la posición presente del punto de encaje de la humanidad -don Juan continuó-. Digamos que es un tono moderno. Los brujos creen que todo lo que el hombre hace hoy en día está teñido con ese resplandor blancuzco. En otros tiempos, la posición del punto de encaje de la humanidad hacía que el tono de la energía que regía en el mundo fuera verde pálido; y en otro tiempo, más distante aún, hacía que fuera color ámbar. El color de la energía de los brujos es ámbar, lo que significa que están energéticamente asociados con los hombres que existieron en un pasado lejano.
– ¿Cree usted, don Juan, que el presente tono blancuzco cambiará algún día?
– Si el hombre es capaz de evolucionar. La gran tarea de los brujos es implementar la idea de que para evolucionar el hombre debe primero liberar su conciencia de ser de sus ataduras con el orden social. Una vez que esté libre, el intento la dirigirá por un nuevo camino evolutivo.
– ¿Cree usted que los brujos triunfarán en esa tarea?
– Ya han triunfado. Ellos mismos son la prueba. Convencer a otros del valor y la importancia de evolucionar es otro asunto.
La otra clase de energía que encontré presente en nuestro mundo, aunque ajeno a él, era la energía de los exploradores. La energía que don Juan llamaba chisporroteante. En mis ensueños, encontré cantidades de objetos que, al verlos, se convertían en masas de energía que parecían estar friéndose, burbujeando con una actividad interior como de calor.
– Ten en mente que no todos los exploradores que encuentres pertenecen al reino de los seres inorgánicos -don Juan remarcó-. Todos los exploradores que has encontrado hasta ahora, excepto el explorador azul, provienen de ese reino, pero eso fue porque los seres inorgánicos te están acorralando; estaban dirigiendo la función. Ahora, estás solo. Algunos de los exploradores que vas a encontrar no van a ser del reino de los seres inorgánicos, sino de otros niveles de conciencia aún más distantes.
– ¿Están conscientes de sí mismos los exploradores? -pregunté.
– Por supuesto -respondió.
– ¿Entonces por qué no hacen contacto con nosotros cuando estamos despiertos?
– Lo hacen. Nuestra gran desgracia es estar tan completamente ocupados que no podemos poner atención a nada. Sin embargo, al dormirnos, la compuerta de doble sentido se abre y ensoñamos. Y en nuestros ensueños hacemos contacto.
– ¿Hay alguna manera de saber si los exploradores son de otro nivel que no es el mundo de los seres inorgánicos?
– Mientras mayor es su chisporroteo, de más lejos vienen. Suena como una simpleza ¿no? Pero no lo es. Deja que tu cuerpo energético decida. Te aseguro que al enfrentar a una energía forastera, hará muy sutiles distinciones y juicios infalibles.
Una vez más, estuvo en lo cierto. Sin mucha dificultad, mi cuerpo energético distinguió dos tipos generales de energía foránea. La energía de los exploradores del reino de los seres inorgánicos chisporroteaba ligeramente, no emitía ningún sonido, pero tenía todas las apariencias de efervescencia, de agua que está empezando a hervir.
La energía del segundo tipo general de exploradores me daba la impresión de tener considerablemente más vigor. Esos exploradores parecían estar a punto de quemarse. Vibraban por dentro como si estuvieran llenos de gas comprimido.
Mis encuentros con energía extranjera fueron siempre fugaces, ya que puse total atención a las recomendaciones de don Juan.
– A menos de que sepas exactamente lo que quieres de esa energía forastera -dijo-, tienes que conformarte con un breve vistazo. Ir más allá de un vistazo es tan peligroso y tan estúpido como acariciar a una víbora.
– ¿Por qué es peligroso, don Juan? -pregunté.
– Los exploradores son siempre peligrosos y extremadamente agresivos -dijo-. Tienen que ser así para realizar sus exploraciones. Sostener nuestra atención de ensueño en ellos es equivalente a pedir que se enfoquen en nosotros. Una vez que lo hacen, nos sentimos obligados a ir con ellos; y ese, por supuesto, es el peligro. Podemos acabar en mundos muy lejanos de nuestras posibilidades energéticas.
Don Juan explicó que hay muchísimos tipos de exploradores, pero que en mi nivel energético presente, únicamente podía enfocarme en tres. Describió los dos primeros tipos como los más fáciles de reconocer, porque sus disfraces en nuestros ensueños son tan extravagantes que de inmediato atraen nuestra atención de ensueño. Dijo que exploradores del tercer tipo son los más peligrosos, en términos de agresividad y poder, porque se esconden detrás de disfraces muy sutiles.