– Una de las cosas más extrañas que los ensoñadores encuentran, y con la cual te vas a topar tarde o temprano -don Juan continuó-, es el tercer tipo de exploradores. Hasta ahora, has encontrado solamente muestras de los dos primeros, pero eso se debe a no haberlos buscado en el lugar apropiado.
– ¿Y cuál es el lugar apropiado, don Juan?
– Has caído otra vez en la trampa de las palabras; esta vez las palabras culpables son "los exploradores se esconden detrás de los elementos de nuestros ensueños". Has creído que elementos significa únicamente objetos. Bueno, el más feroz de los exploradores se esconde detrás de gente en nuestros ensueños. Me aguardaba una formidable sorpresa cuando una vez enfoqué mi atención de ensueño en la imagen de mi madre. Después de haber expresado en voz alta mi intento de ver, mi madre se convirtió en una feroz burbuja de energía chisporroteante.
Don Juan hizo una pausa como para cerciorarse de que sus palabras tuvieran el debido efecto en mí. Me sentí tremendamente molesto con la idea de encontrar un explorador detrás de la imagen de mi madre.
– Es insoportable que estén siempre asociados con la imagen de nuestros padres o amigos -prosiguió-. Quizá es por eso que a menudo nos sintamos mal cuando soñamos con ellos.
Su sonrisa irónica me dio la impresión de que estaba disfrutando de mi molestia.
– Por lo general los ensoñadores asumen que siempre que se sienten perturbados al soñar con sus padres o sus amigos, el tercer tipo de exploradores está presente. Es muy razonable aconsejar a los ensoñadores que eviten esas imágenes en sus ensueños, pues son peligrosísimas.
– ¿Cuál es la posición del explorador azul con relación a los otros exploradores? -pregunté.
– La energía azul no chisporrotea -contestó-. Es como la nuestra; oscila, pero es azul en lugar de blanca. La energía azul no existe en nuestro mundo.
"Y eso nos pone frente a algo de lo que nunca hemos hablado. ¿De qué color eran los exploradores que has visto hasta ahora?
Nunca había pensado en ello, hasta el momento en que lo mencionó. Le dije que eran de color rosa claro o rojizo encendido. Él añadió que los exploradores del tercer tipo eran de color anaranjado brillante.
Yo mismo descubrí que el tercer tipo de explorador es francamente pavoroso. Cada vez que encontraba uno de ellos, estaba detrás de la imagen de mis padres, especialmente la de mi madre. Verlo, me recordaba siempre a la masa de energía que me atacó. La energía de aquellos exploradores parecía estar a punto de saltar sobre mi y mi cuerpo energético reaccionaba con horror aun antes de que la viera.
Durante nuestra siguiente discusión sobre el ensueño, le pregunté a don Juan sobre la ausencia total de los seres inorgánicos en mis prácticas de ensueño.
– Aparecen únicamente al principio -explicó-. Después de que los exploradores nos llevan a su mundo, no hay más necesidad de las proyecciones de los seres inorgánicos. Si queremos verlos, un explorador nos lleva a su mundo, puesto que nadie, pero nadie, puede viajar por si mismo a ese reino.
– ¿Por qué es eso, don Juan?
– Su mundo está sellado. Nadie puede entrar o salir de él sin el consentimiento de los seres inorgánicos. Lo único que se puede hacer, una vez que uno está adentro es, por supuesto, expresar el intento de quedarse allí. Decirlo en voz alta significa desatar corrientes de energía que son irreversibles. En tiempos pasados, la palabra era increíblemente poderosa. Ahora no lo es; pero en el reino de los seres inorgánicos, aún no ha perdido su poder.
Don Juan se rió y dijo que era engorroso para él hablar del mundo de los seres inorgánicos, ya que yo realmente sabía más acerca de ese mundo que él y todos sus compañeros juntos.
– Hay un asunto relacionado con ese mundo del cual no hemos discutido -dijo.
Hizo una larga pausa, como si estuviera buscando las palabras apropiadas.
– Para decirte la verdad -comenzó-, mi aversión por las actividades de los brujos antiguos es muy personal. Como nagual, detesto lo que hicieron. Buscaron cobardemente refugio en el mundo de los seres inorgánicos. Argüían que en un universo enemigo hecho para destruirnos, nuestro único posible refugio está en ese reino.
– ¿Por qué creían eso, don Juan?
– Porque es la verdad. Puesto que los seres inorgánicos no pueden mentir, el emisario de ensueño vende lo cierto. Ese mundo puede ampararnos y prolongar nuestra conciencia por casi una eternidad.
– Lo que el emisario vende, aunque sea la verdad, no me interesa -dije.
– ¿Quieres decir que te arriesgarías a tomar un camino que quizá te descuartice? -preguntó con un tono de perplejidad.
Le aseguré que yo no deseaba el mundo de los seres inorgánicos, a pesar de las ventajas que ofreciera. Mi aseveración pareció complacerle infinitamente.
– Entonces estás listo para encarar el aspecto final de ese mundo. El más espantoso aspecto que uno puede encarar -dijo, y trató de sonreír, pero no pudo.
Don Juan buscó en mis ojos, supongo, un vislumbre de comprensión. Se quedó callado por un momento.
– La energía necesaria para mover el punto de encaje de los brujos viene del reino de los seres inorgánicos -dijo como si tuviera prisa de terminar con el asunto.
Comprendí lo que don Juan dijo, mejor de lo que hubiera creído. Viajar a ese mundo siempre había significado para mi, en un nivel energético, recibir un empellón de energía oscura. Hasta había pensado en ello en estos términos, mucho antes de que don Juan me lo dijera. Sentí vértigo y tuve que pararme firmemente sobre mis pies para no perder el equilibrio.
– Esa es la verdad -don Juan prosiguió-, y la herencia que los brujos antiguos nos dejaron; una herencia que nos tiene inmovilizados hasta el día de hoy. Esta es la razón por la que los seres inorgánicos no me gustan. Son nuestra única fuente de energía. Personalmente, me niego a tomar su energía, y siempre trato de alejarte de ella. Pero sin éxito alguno, ya que algo te atrae a ese mundo como un imán.
– ¿Qué podemos hacer al respecto? -pregunté.
– No podemos tener tratos con ellos -contestó-, y sin embargo, no podemos dejarlos de lado. Mi solución ha sido tomar su energía pero sin caer bajo su influencia. Esto se conoce como el máximo acecho. Y se lleva a cabo sosteniendo el intento inviolable de la libertad; aunque ningún brujo sepa realmente qué es la libertad.
– ¿Me puede usted explicar, don Juan, por qué tienen los brujos que tomar energía del reino de los seres inorgánicos?
– No hay otra energía disponible. Los brujos necesitan una cantidad excesiva de energía para maniobrar el punto de encaje de la manera en que lo hacen.
Don Juan dijo que ningún brujo dispone por sí mismo de tal cantidad y cualidad de energía, y que no importa cuánto reestructuren su conciencia de ser. La energía natural básica de los seres humanos no es suficiente. Le recordé su propia afirmación: que ahorrar y dirigir nuestra energía básica era necesario para poder ensoñar.
– Eso es muy cierto -contestó-. Para empezar a ensoñar, los brujos necesitan redefinir sus premisas y ahorrar su energía; pero esa redefinición nos da únicamente la energía necesaria para preparar el ensueño. Energía para volar a otros reinos, para ver energía, para forjar el cuerpo energético, es otro asunto. Para esas maniobras los brujos necesitan energía oscura; cantidades de energía forastera.
– ¿Pero cómo la toma uno del mundo de los seres inorgánicos?
– Con el solo hecho de ir a ese mundo. Todos los brujos de nuestra línea tienen que hacer esto. Sin embargo, ninguno de nosotros es suficientemente idiota como para hacer lo que tú hiciste. Pero esto es porque ninguno de nosotros tiene tus inclinaciones.
Don Juan me mandó a casa a pensar seriamente lo que me había revelado. Yo tenía una cantidad increíble de preguntas, pero no las quiso escuchar.