– No me interesa.
– Es usted un hombre tímido, ésta es la razón de su actitud. También Kafka era tímido, tímido como un estudiante de yeshiva. En cambio, yo nunca he sido tímido, y quizá sea ésta la razón de que nunca haya llegado a nada. Mi querido y joven amigo, necesito veinte groschen más, diez para el portero de este edificio y diez para el portero del mío. Sin dinero no puedo volver a casa.
Saqué unas monedas del bolsillo y se las di.
– ¿Tanto me da? Realmente parece que haya asaltado un banco… ¡Cuarenta y seis groschen! ¡Así, como si tal cosa! En fin, si hay Dios, no tengo la menor duda de que le recompensará. Y si no hay Dios, ¿quién es ése que juega al ajedrez con Jacques Kohn?