Sircoj pareciу pensativo. — Eso estarнa bien. Sн, de acuerdo. La llevу a otra habitaciуn y encendiу un monitor. Ella exhalу con un pequeсo gemido.
Vaagen estaba solo en una sala de espera, caminando de una pared a la otra. Vestнa el pantalуn verde de su uniforme y una camisa blanca muy sucia. No se parecнa en nada al cientнfico apuesto y enйrgico que ella habнa visto por ъltima vez en el laboratorio del hospital. Tenнa unas marcas violetas alrededor de los ojos, y uno de sus pбrpados estaba muy hinchado. Caminaba completamente encorvado. Sucio, agotado, con los labios hinchados…
— ЎLlamen a un mйdico para ese hombre! — Cordelia comprendiу que habнa gritado al ver que Sircoj saltaba.
— Ya lo han examinado. Su vida no corre peligro. Podremos comenzar a tratarlo en cuanto haya pasado las pruebas de seguridad — se obstinу Sircoj.
— Entonces, comunнquelo conmigo — dijo Cordelia con los dientes apretados -. Drou, ve a llamar a Aral. Dile lo que estб ocurriendo.
Sircoj pareciу preocupado al oнr sus palabras, pero se aferrу con valentнa a sus procedimientos. Mбs segundos interminables mientras alguien se acercaba al prisionero y lo llevaba a una consola.
Al fin su rostro apareciу en la pantalla; Cordelia pudo ver sus propios ojos reflejados en la apasionada intensidad de los de Vaagen. Comunicados al fin.
— ЎVaagen! їQuй ha ocurrido?
— ЎSeсora!
— Apretу sus manos temblorosas -. Esos idiotas, esos estъpidos ignorantes… — balbuceу, pero entonces contuvo el aliento y volviу a comenzar de forma rбpida y concisa, como si temiese que lo privasen de su imagen en cualquier momento -. Al principio pensamos que estarнamos bien. Ocultamos la rйplica en el Hospital Militar, pero nadie vino a buscarlo. Permanecimos escondidos, turnбndonos para dormir en el laboratorio. Entonces Henri logrу sacar a su esposa de la ciudad, y ambos permanecimos allн. Tratamos de continuar los tratamientos en secreto. Pensamos que lograrнamos aguantar hasta que viniesen a rescatarnos. El desenlace tenнa que llegar, de un modo o de otro…
»Casi habнamos dejado de esperarlos, pero al fin llegaron. Fue… ayer. — Se pasу una mano por el cabello como si buscara alguna conexiуn entre el tiempo verdadero y el tiempo de la pesadilla, donde los relojes enloquecнan -. La patrulla de Vordarian. Vinieron a buscar la rйplica. Nosotros cerramos el laboratorio, pero ellos entraron por la fuerza. Nos exigieron que la entregбramos. Nos negamos… nos negamos a hablar, y no podнan inyectarnos a ninguno de los dos. Por lo tanto, nos golpearon. A йl lo mataron a golpes, como a una escoria de la calle, como si no fuese nadie… toda esa inteligencia, toda esa educaciуn, toda esa promesa desperdiciada, aplastada por un retrasado mental que lo golpeaba con la culata de un arma… — Las lбgrimas corrнan por su rostro. Cordelia permaneciу pбlida y petrificada, sufriendo un fuerte deja vu imperfecto. Habнa imaginado mil veces la escena del laboratorio, pero nunca habнa visto al doctor Henri muerto en el suelo, ni a Vaagen desmayado a golpes.
— Entonces irrumpieron en el laboratorio. Todo, todos los informes de tratamientos. Todo el trabajo de Henri sobre quemaduras… ha desaparecido. No tenнan por quй hacer eso. ЎTodo ha desaparecido por nada! — Su voz se quebrу, ronca de furia.
— їY… y encontraron la rйplica? їLa vaciaron? — Cordelia podнa verlo; lo habнa imaginado una y mil veces, volcбndose…
— Al fin la encontraron. Pero se la llevaron. Y entonces me dejaron en libertad. — Vaagen sacudiу la cabeza.
— Se la llevaron — repitiу Cordelia con estupor. їPor quй? їQuй sentido tenнa llevarse la tecnologнa sin los tйcnicos? -. Y lo dejaron en libertad para que corriera a nosotros, supongo. Para que nos trajera la noticia.
— Exactamente, seсora.
— їAdonde cree que la llevaron?
La voz de Vorkosigan hablу a su lado.
— A la Residencia Imperial, probablemente. Los mejores rehenes se encuentran allн. Harй que comiencen a trabajar en ello. — Permaneciу con los pies plantados en el suelo, y el rostro gris -. Parece que no somos el ъnico bando que incrementa la presiуn.