TRIGORIN.- ¡Tsss! ¡Puede entrar alguien! ( La ayuda a levantarse.)
ARKADINA.- ¡Que entren! ¡No me avergüenzo de mi amor hacia ti! ( Besándole las manos.) ¡Tesoro mío! ¡Cabecita loca!... ¡Pretendes hacer locuras, pero yo no quiero que las hagas! ¡No te dejaré! ( Ríe.) ¡Eres mío! ¡Eres mío!... ¡Esa frente, esos ojos, ese maravilloso pelo de seda... son míos también!... ¡Todo tú eres mío! ¡Tu inteligencia es tanta!... ¡Tanto tu talento!... ¡Eres el mejor de los escritores del día!... ¡La única esperanza de Rusia!... ¡Hay en ti tanta sinceridad, sencillez, frescor!... ¡Tienes un sentido del humor de tan sana calidad!... ¡De una sola pincelada eres capaz de dibujar el rasgo que más principalmente caracteriza a una persona o a un paisaje! ¡Tus personajes parecen seres vivos!... ¡Oh!... ¡Es imposible leerte sin entusiasmo!... ¿Crees, acaso, que esto es incienso?... ¿Qué te estoy adulando?... ¡Pues mírame a los ojos!... ¡Mírame!... ¿Tengo aire de mentirosa?... ¡Ya lo estás viendo! ¡Soy la única que aprecio tu valor! ¡La única que te dice la verdad!... ¡Amado mío!... ¡Mi adorado!... ¿Te marcharás?... ¿Sí?... ¿Vas a abandonarme?...
TRIGORIN.- ¡No tengo voluntad propia! ¡Nunca la tuve!... ¿Y será posible que un hombre sin energías..., siempre sumiso... pueda gustar a una mujer?... ¡Cógeme!... ¡Llévame contigo, pero no me dejes alejarme de ti ni un paso!
ARKADINA.- ( Para sí.) ¡Ahora es mío! ( En tono natural, como si nada hubiera ocurrido.) ¡Por supuesto, si quieres, puedes quedarte!... Yo me marcho, y tú llegarás después... La semana que viene... ¿Qué necesidad tienes, en efecto, de darte prisa?
TRIGORIN.- No... Nos marcharemos juntos.
ARKADINA.- Como quieras. ¿Qué quieres juntos?..., pues juntos. ( Pausa. TRIGORIN anota algo en el libro.) ¿Qué estás apuntando?
TRIGORIN.- Una bonita expresión que oí esta mañana, y que me puede servir..., «Floresta de las doncellas»... ( Estirándose.) Entonces ¿hay que marcharse?... ¡Otra vez vagones de ferrocarril, estaciones, cantinas, chuletas y conversaciones!
SCHAMRAEV.- ( Entrando.) ¡Tengo el honor de anunciarles, con gran sentimiento mío, que el coche está dispuesto!... Ya es la hora, mi muy estimada, de salir para la estación. El tren llega a las dos y cinco minutos... ¡Conque ya lo sabe, Irina Nikolaevna!... ¡No olvide informarse de dónde se encuentra ahora el actor Susdaltev!... ¡Entérese de si vive y de si está en buena salud!... ¡En un tiempo solíamos vernos mucho!... ¡En «Asalto al coche correo» su actuación era inimitable!... ¡Recuerdo que entonces..., en Elisavetgard..., trabajaba con él Ismailov, el trágico!... ¡También una personalidad notable!... No tenga prisa, estimadísima...; todavía disponemos de cinco minutos... Pues bien: figúrense que una vez, representando en un melodrama una escena de conspiradores, y en el preciso momento en que, al ser descubiertos estos, tenía que decir: «¡Hemos caído en el garlito!»..., va y dice en su lugar: «¡Hemos caído en el lirgato!»... ( Riendo.) ¡Figúrense, «En el lirgato»!... ( Mientras habla, IAKOV ultima la recogida de las maletas, y la doncella traeARKADINA el sombrero, el abrigo, el paraguas y los guantes. Todos ayudan aARKADINA a prepararse. Por la puerta de la izquierda asoma y entra después, con paso indeciso, el cocinero. Luego, POLINA ANDREEVNA, SORIN yMEDVEDENKO.)
POLINA ANDREEVNA.- ( Con una cestita en la mano.) Aquí le traigo unas ciruelas para el viaje. Son muy dulces. Quizá le agrade tomárselas durante el camino.
ARKADINA.- ¡Es usted muy amable, Polina Andreevna!
POLINA ANDREEVNA.- ¡Adiós, querida!... ¡Si alguna cosa no fue de su gusto, la ruego me perdone! ( Llora.)
ARKADINA.- ( Abrazándola.) Todo estuvo muy bien... Todo estuvo muy bien. No hay por qué llorar.
POLINA ANDREEVNA.- ¡Nuestro tiempo pasa!...
ARKADINA.- ¡Y qué le vamos a hacer!
SORIN.- ( Saliendo por la puerta de la izquierda con el sombrero puesto, los guantes en la mano y cubierto de un «macferland») Ya es hora de marcharse, hermana..., si no quieres que lleguemos tarde. Voy a sentarme en el coche. ( Sale.)
MEDVEDENKO.- Yo iré a pie a la estación a despedirles. Enseguida estoy allí. ( Sale.)
ARKADINA.- ¡Adiós, querido! ¡Si nos conservamos en vida y con buena salud, el verano que viene volveremos a vernos! ( La doncella, IAKOV y el cocinero le besan la mano.) ¡No me olvidéis! ( Da un rublo al cocinero.) Aquí tenéis un rublo, para que os lo repartáis entre los tres.
EL COCINERO.- Muchas gracias, señora. Feliz viaje. La quedamos muy agradecidos.
IAKOV.- Vayan con Dios.
SCHAMRAEV.- Una cartita suya nos haría felices. Adiós, Boris Alekseevich.
ARKADINA.- ¿Dónde está Konstantin? Decidle que ya me voy. Tenemos que despedirnos... ¡Que no guarden mal recuerdo mío! ( AIAKOV.) El rublo que le he dado al cocinero es para los tres. ( Salen todos por la derecha, y el escenario queda vacío. De detrás de este llega el ruido propio de las despedidas. La doncella entra de nuevo para recoger de encima de la mesa la cestita de las ciruelas, y vuelve a salir.)
TRIGORIN.- ( Entrando otra vez.) Se me olvidaba el bastón. Me parece que me lo he dejado ahí..., en la terraza. ( Al llegar a la puerta de la izquierda se encuentra conNINA, que entra por ella en ese momento.) ¿Es usted?... Ya nos vamos...
NINA.- ¡Presentía que habíamos de volver a vernos! ( Con agitación.) ¡Boris Alekseevich!... ¡He tomado la decisión irrevocable de dedicarme a la escena!... ¡Mañana ya no estaré aquí! ¡Dejo a mi padre, lo abandono todo, y empiezo una nueva vida!... ¡Me marcho, como usted se marchó a Moscú! ¡Allí nos veremos!
TRIGORIN.- ( Con una mirada a su alrededor.) Vaya a alojarse al «Bazar Eslavo», y avíseme enseguida a «Molchavnovka - Casa de Grojolskii»... Tengo mucha prisa. ( Pausa.)
NINA.- ¡Un minuto más!
TRIGORIN.- ( A media voz.) ¡Es usted maravillosa!... ¡Qué felicidad pensar que vamos a vernos pronto! (Ella reclina la cabeza sobre el pecho de él.) ¡Que volveré a ver esos preciosos ojos..., esa tierna sonrisa..., tan inexplicablemente deliciosa!... ¡Esas cándidas facciones y esa expresión de pureza angélica!... ¡Amada mía! ( Largo beso.)
Acto cuarto
La escena representa uno de los salones de la casa deSORIN, transformado porKONSTANTIN TREPLEV en despacho. A la derecha y a la izquierda, conduciendo a los aposentos interiores, hay puertas. Otra de cristales, al fondo, abre sobre la terraza. Además del mobiliario habitual de la sala, en el rincón de la derecha está instalada una mesa de escritorio. Junto al de la izquierda se ve un diván turco y un armario con libros. Más de estos aparecen repartidos sobre los marcos de las ventanas y sobre las sillas. Es el anochecer. Un quinqué encendido, que cubre una pantalla, envuelve en media luz la escena. Se oye el ruido de los árboles agitados por un fuerte viento que aúlla en la chimenea y el golpeteo del cayado del guarda recorriendo el jardín.