– La Enmienda XXXV -murmuró Collins.

El padre Dubinski le miró de soslayo y siguió leyendo lo que tenía anotado en la hoja del papel.

– «… se refiere a la Enmienda XXXV…» Habló unos instantes en forma inconexa y después añadió: «… el Documento R… peligro… peligroso… tiene que darse a conocer inmediatamente… el Documento R es…». Sus palabras se perdieron, y después volvió a intentar decir algo. Resultaba muy difícil entender lo que estaba diciendo, pero estoy casi seguro de que dijo: «Vi… una trampa… acuda a ver…». A continuación se escuchó un estertor de muerte, se quedó inmóvil e instantes después expiró.

Collins se quedó helado. Acababa de escuchar una voz de ultratumba.

– ¿El Documento R? -preguntó confuso y turbado-. ¿A eso fue a lo que se refirió?

– Dos veces. Es evidente que deseaba decir algo acerca del mismo. Pero no pudo.

– ¿Está seguro de que no dijo nada más?

– Ésas fueron las únicas palabras inteligibles que pronunció. Dijo otras, pero no pude entenderlas.

– Padre, ¿tiene usted alguna idea de lo que puede ser el Documento R?

– Abrigaba la esperanza de que usted lo supiera.

– Jamás había oído hablar de ello -dijo Collins. Pensó en las últimas palabras del coronel Baxter, en lo que probablemente había sido el urgente mensaje transmitido al nuevo secretario de Justicia-. Dijo que había pecado porque había intervenido en eso… que no sabemos lo que es. Le habían obligado a intervenir. Se trataba de algo relacionado con la Enmienda XXXV, algo llamado el Documento R, una trampa peligrosa que era necesario dar a conocer inmediatamente. Me mandó llamar para decírmelo.

– Su legado a los vivos, un deseo de enmendar un yerro.

– Su legado a mí, su sucesor -dijo Collins como hablando para sí mismo-. ¿Por qué no al presidente? ¿O a Tynan? ¿O incluso a su mujer? Sólo a mí. Pero, ¿por qué a mí?

– Tal vez porque confiaba en usted más que en el presidente o el director. Posiblemente porque consideró que usted le comprendería mejor que su esposa.

– Es que no lo entiendo -dijo Collins con desesperación-. El Documento R. -Se sintió como perdido, tratando de alcanzar algo sin conseguirlo.- ¿Qué podrá ser?

El padre Dubinski se levantó.

– Será mejor que lo averigüe, y que lo averigüe cuanto antes. -Le entregó a Collins la hoja de papel.- Ahora sabe usted todo lo que yo sé, todo lo que Noah Baxter deseaba decirle en su última agonía. Lo demás está en sus manos. -Contuvo el aliento.- Aquí se encierra un peligro. Rezaré por su éxito y por su seguridad. Que Dios le acompañe.

3

A la mañana siguiente Collins se levantó temprano. Se duchó, se vistió y abandonó su residencia de nueve habitaciones de McLean, Virginia, para recorrer los doce kilómetros que le separaban de su lugar de trabajo, sin haberle revelado a su mujer ningún detalle acerca de lo ocurrido la noche anterior en la iglesia de la Santísima Trinidad.

Durante la cena y en el transcurso de toda la noche, experimentó el deseo de contarle a Karen todo el episodio del padre Dubinski. Pero una especie de instinto de protección hacia aquel ser querido le había impedido revelar nada acerca de aquel encuentro. Sabía que el asunto hubiera inquietado y preocupado a Karen porque también a él le había inquietado y preocupado.

Le habló, en su lugar, de la llamada del presidente confirmándole su viaje a California. Sus únicas misiones consistirían en pronunciar un discurso en la Asociación Norteamericana de Abogacía, aparecer en un programa de televisión y, de ser posible, realizar alguna labor informal de cabildeo entre los legisladores del estado. Por lo demás, estaría libre y podría disfrutar del sol de California durante unos días. Le había pedido a Karen que le acompañara. Ella se había resistido alegando como excusa su embarazo y su estado general de agotamiento. Había insistido en que aprovecharía mejor el tiempo viendo a Josh, su hijo, y visitando a algunos de sus viejos amigos. Collins no había insistido. Sabía que podría aprovechar el tiempo viendo no sólo a Josh sino también a la persona que Paul Hilliard tenía interés en que viera, es decir, al miembro de la Asamblea Olin Keefe, el hombre según el cual el FBI estaba falseando las estadísticas criminales referentes a California. A raíz de su encuentro con el sacerdote, Collins había empezado a experimentar ciertos recelos en relación con el FBI.

La noche anterior, al ir a acostarse, encontró a Karen todavía despierta. Al darle un beso de buenas noches, comprendió que ella deseaba que le hiciera el amor. Estaba tan obsesionado con el misterio del Documento R que el amor era lo que menos le interesaba en aquellos momentos. No obstante, puesto que deseaba mostrarse considerado, y, sobre todo, puesto que iba a estar ausente unos días, se entregó de buen grado. Tras varios minutos de juegos se olvidó de todas sus preocupaciones y experimentó tantos deseos como ella de abandonarse al amor. A pesar de su cuidado en no comprimirle el estómago -temía constantemente que pudiera producirse un aborto-, la unión entre ambos fue larga y apasionada, natural y mutuamente satisfactoria como jamás lo había sido con la madre de Josh -¿por qué no podía pensar en Helen, su primera esposa, más que como la madre de Josh?-, e inmediatamente después ambos se sumieron en el sueño.

Pero, al despertar por la mañana, ya no pensaba en Karen sino en el Documento R.

Mientras se dirigía al Departamento de Justicia, reflexionó acerca de la apremiante petición del coronel Baxter en el sentido de que averiguara de qué se trataba y lo diera a conocer. ¿Averiguar y dar a conocer qué? Una especie de trampa que Baxter había observado. Pero, ¿cómo hallarla? ¿Por dónde empezar? Trató de abordar el problema en forma lógica y ordenada. Para averiguar algo, tendría que empezar por algo o por alguien relacionado de un modo u otro con el fallecido coronel Noah Baxter.

Ante todo, estaban los archivos privados de Baxter. Éstos se hallaban separados de los documentos correspondientes al Departamento de Justicia, que se conservaban en los archivadores del despacho de Marion. Tendría que examinar los archivos normales y también los archivos personales del coronel.

Pensó en la tarea. Parecía muy sencilla, pero ¿dónde buscar? ¿Con qué criterio? ¿Tendría que buscar por la R en busca del Documento R? ¿Tal vez por la T del treinta y cinco y por la E de enmienda? ¿O por la S de secreto? ¿O por la P de peligro? No abrigaba muchas esperanzas de que los archivos pudieran resultarle de utilidad. El tono del mensaje de Baxter daba a entender claramente que la información en cuestión no resultaría fácilmente accesible y no se podría hallar en ningún lugar lógico.

Eso en cuanto a los documentos de Baxter. Estaban también las personas más allegadas al coronel: los miembros de su familia, sus compañeros, sus amigos… en definitiva, cualquier persona que en determinado momento hubiera podido oírle mencionar algo llamado Documento R. ¿A quién acudir primero? La persona más adecuada parecía ser el director Vernon T. Tynan. En sus últimas palabras, Baxter no se había referido a Tynan para nada ni había puesto a nadie en guardia contra él. En realidad, parecía que hubiera querido expresar el deseo de que Collins empezara por alguien que tuviera muy a mano. ¿Habría querido Baxter que empezara por Tynan o, por el contrario, que le evitara?

Collins empezó a estudiar cautelosamente la perspectiva de Tynan. Existían dos significativos puntos a considerar. ¿Por qué el coronel no había mandado llamar a Tynan en vez de a él para comunicarle su mensaje? ¿Porque no confiaba en Tynan? No existían pruebas a este respecto. No obstante, se preguntó Collins, ¿era Tynan de fiar? El segundo punto estaba perfectamente claro. Al regresar del cementerio, él había hecho unas inocentes observaciones acerca de la última confesión de Baxter. Inmediatamente, Tynan había enviado un emisario al padre Dubinski con el fin de averiguar, al precio que fuera, incluso por medio de un chantaje, el contenido de la confesión. ¿Buscaba Tynan alguna información que no conocía? ¿O acaso deseaba averiguar si Baxter había divulgado alguna información de alta seguridad que compartía con él? En ambos casos existía la posibilidad de que Tynan conociera el significado del Documento R, en cuyo caso podría explicárselo e un colega y superior del Departamento. Tendría que acudir a verle. No obstante, Collins seguía experimentando recelos. Tendría que actuar con cautela.


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