—Vete de aquí —le pidió. Y cuando Justin protestó, repitió—: ¡Fuera! Vete a casa.
Tenían la puerta bloqueada. Ella se asustó de pronto, y se asustó más cuando Grant empujó a Justin por la puerta y la encerró en la oficina.
Volvió al cabo de un instante. Solo. Y cerró la puerta otra vez.
—Si quiero, puedo llamar a Seguridad —advirtió ella—. Si me pones una mano encima, acusaré a Justin de ello. Espera y verás.
—No —dijo Grant y estiró una mano—. No, joven sera. No la estoy amenazando. Y no pienso hacerlo, se lo aseguro. Por favor, le pido que me cuente qué ha pasado.
—Pensaba que él te lo contaba todo.
—¿Qué ha pasado?
Ella respiró hondo y se retrepó de nuevo en la silla.
—Le he dicho que estaba cansada de los chicos. Dije que quería ver si un hombre era distinto. Tal vez me pegó. Tal vez me agarró del brazo ¿Quién sabe? Dile que se vaya a la mierda.
—¿Hizo eso?
—Lo ha echado todo a perder. Lo necesito. Necesito que me enseñe y lo único que le he pedido es que se acostara conmigo. ¡No creo que eso sea un insulto! —Mierda, le dolía todo por dentro. Se le nublaban los ojos—. Dile que será mejor que me enseñe. Díselo. Lo necesito, mierda, mierda.
Grant se puso azi, y ella recordó que en efecto lo era, algo fácil de olvidar con Grant; y ella estaba cometiendo un error, gritándole a Grant y no a Justin; tenía una licencia y eso significaba responsabilidad, y ahora deseaba pegarle.
—Joven sera —murmuró él—. Se lo diré. Por favor, no se ofenda. Estoy seguro de que no habrá problemas.
—No habrá problemas, a la mierda con eso. —Ari pensó en trabajar con Justin todos los días y meneó la cabeza yperdió el control—. ¡Mierda! —Las lágrimas le inundaron los ojos y empujó la silla para dirigirse a la puerta pero Grant la detuvo, bloqueándole el paso—. ¡Fuera de mi camino!
—Joven sera —repitió Grant—. Por favor. No llame a Seguridad.
—Yo nunca pedí esto. Solamente hice una pregunta con toda educación.
—Haré todo lo que quiera, joven sera. En el momento en que usted quiera. No tengo ninguna objeción. Aquí mismo, si quiere. O en su apartamento. Sólo pídamelo.
Grant era alto, muy alto. Muy tranquilo y muy amable, y ahora se estiró y le tocó la mano. Y había muy poco espacio entre ella y el escritorio. Ari retrocedió y el corazón le golpeaba como un martillo.
—¿Eso es lo que quiere, joven sera?
—No —respondió ella, tratando de respirar. Y en realidad quería, mierda, pero él era demasiado adulto, demasiado extraño, demasiado frío.
—Sera no es una niña. Sera tiene suficiente poder para conseguir todo lo que quiera por el medio que sea. Sera tiene que aprender a controlarse para no conseguir más de lo que realmente desea. Mierda, usted le ha costado su padre, su libertad y su trabajo. ¿Qué más quiere llevarse?
—¡Suéltame!
Él la obedeció. Inclinó la cabeza una vez con buenos modales y abrió la puerta.
Ella descubrió que estaba temblando.
—Cuando quiera, joven sera. Yo estoy siempre disponible.
—No me hables en ese tono.
—Lo que sera quiera. Por favor, vuelva mañana. Le prometo... nadie va a hablar del tema si usted no lo hace. Nunca.
—¡Vete a la mierda!
Ari salió por la puerta hacia el vestíbulo. Le dolía el pecho. Todo le dolía.
Como si la parte de ella que no era Ari senior... acabara de derrumbarse.
Me enamoré tanto como cualquier ser humano normal. Di todo lo que tenía para dar. Y me devolvieron resentimiento. Auténtico odio.
Aislamiento.
Ari trató de serenarse, fue hasta el ascensor, entró y pulsó el botón. Nada de llorar. No. Se frotó los ojos cuidadosamente con un dedo, tratando de no estropear el maquillaje, y cuando salió al vestíbulo parecía normal.
Sabía lo que le diría la primera Ari. Lo había leído hasta la saciedad.
Así que tú tenías razón, Ari senior. Puedo ser tonta una vez. Dos, no. Y ahora, ¿qué?
V
Grant entró en el cubículo del baño del segundo piso y encontró a Justin en el lavabo, lavándose la cara. El agua brillaba sobre la piel blanca bajo la temblorosa luz de la que se habían estado quejando los del segundo piso durante toda la semana.
—¿Qué ha dicho? —preguntó Justin—. ¿Qué le has dicho tú?
—Le hice una propuesta —dijo Grant—. Creo que es el término adecuado.
—Dios mío, Grant...
Grant adoptó una expresión calmada, tranquila, al menos todo lo posible, dado el estado de su estómago.
—La joven sera necesitaba algo en qué pensar. Se negó. No estaba seguro de que lo hiciera. Y te aseguro que me sentí aliviado. Un trabajo muy rápido para la joven sera. Estaba seguro de que estarías a salvo por una hora.
Justin arrojó la toalla en el cesto de la lavandería y cruzó los brazos con fuerza sobre el pecho.
—No bromees. Esto es serio.
—¿Te encuentras bien?
—Estoy con destellos. Dios, Grant, yo... ¡Mierda!
Giró y golpeó la pared con la mano y se apoyó en ella, respirando apenas, en esa actitud de «no me toques», que significaba eso, directa, terminantemente.
Pero Grant había ignorado esta advertencia antes. Lo apartó de la pared y lo abrazó con fuerza, lo sostuvo hasta que Justin consiguió respirar una vez y luego otra.
—Perdí... perdí el sentido del lugar —jadeó Justin finalmente, entre pequeños esfuerzos por respirar—. Dios... no podía ni caminar. Ella es... No sé qué es. No recuerdo en absoluto lo que dije. Estalló, así, simplemente, ella...
—Ella necesitaba un no tajante. Al parecer es algo nuevo para ella. Cálmate. Ahora ya ha pasado.
—¡Una niña! Y yo... no he actuado con tacto... ninguno, solamente...
—Cuando yo entré, estabas expresando un «no» amable y civilizado. Esa joven sera no reconoce la palabra y eso no es culpa tuya. La joven sera tal vez llame a Seguridad y tal vez formule acusaciones, no lo sé. Pero si lo hace, tienes un testigo, y no me molesta que me sometan a psicotest. La joven sera necesita favores tuyos. Le sugerí amablemente que considerara el problema que iba a causar y apareciera mañana con una actitud civilizada, y entonces yo estaré allí; siempre, a partir de ahora, te lo aseguro. —Empujó a Justin hasta que lo alejó un poco—. Tiene dieciséis años. Aparte del problema de las personalidades, está al otro lado del asunto, un año menos de los que tú tenías. Mucho más experimentada, pero no... no en cuanto al comportamiento de los adultos. ¿No te parece? No tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Y tú tampoco.
Justin parpadeó. Una idea rápida: Grant conocía esta expresión.
—Vete a la oficina.
—¿Adónde vas?
—Voy a hacer una llamada.
—¿A Denys?
Justin negó con un gesto.
—Dios —suspiró Grant. Y sintió que el suelo se hundía bajo sus pies—. Estás hablando en serio...
—Voy solo, si es que ella quiere recibirme. Y probablemente no lo haga.
—No. Escucha. No lo hagas. Si tienes destellos, por favor no vayas.
—Voy a arreglar las cosas. De una vez por todas. Le contaré lo que pasó.
—¡No! —Grant lo cogió del brazo y se aferró, con fuerza—. Administración pedirá tu cabeza. Escúchame. Incluso si se pone de tu parte, no tiene autoridad suficiente para protegerte. No tiene nada, todavía no. No dentro de estas paredes.
—¿Y qué hacemos entonces? ¿Qué hacemos cuando nos acusen por intento de violación? ¿Qué hacemos para no terminar en una sala del hospital, bajo la ley de Reseune? Bastaría con una palabra de Ari...
—Y vas a ir al apartamento de ella. No.
—No al apartamento. No podría soportarlo. Pero iremos juntos a algún lado.
VI
Justin tomó un sorbo de whisky mientras el camarero de Cambios acompañaba a los tres a la mesa. Ari con una blusa verde hielo con bordes de gris metalizado, Florian y Catlin con ropa de noche negra.